¿Ley natural?

La apelación a una ley natural es una de las formas en las que se ha concretado históricamente la convicción filosófica de que la norma moral no es fruto simplemente de las convenciones humanas. Según esto, la noción de ley natural tiene un claro alcance metafísico, pues supone admitir que, desde dentro de la historia y la sociedad humana, el hombre se resiste a ser considerado simplemente un producto de la historia y la sociedad. Y, con todo, si ha de ser considerada la ley fundamental de la razón práctica, la apelación a la ley natural tampoco puede constituirse por entero al margen de la historia y la ley positiva, sino que ha de enlazar de algún modo con la diversidad histórica y social.

En la medida en que la norma moral se constituye mediante esta tensión entre lo metafísico y lo práctico, no cabe prescindir de ninguno de esos dos extremos sin renunciar al concepto clásico de ley natural. Precisamente por eso, la elaboración filosófica de la ley natural nos la presenta con todas las notas de un “concepto-límite”, en el que se dan cita las más características tensiones humanas: entre metafísica y ética, entre lo permanente y lo mutable; entre ser y deber ser, y, con relación a esto último, incluso la tensión entre política y escatología, como un doble horizonte de la ética.

La historia moderna y reciente de la ética, sin embargo, muestra que aquella tensión no es fácil de controlar conceptualmente. Y esta dificultad se traduce antes o después en la devaluación filosófica de la ética, la cual, queriendo ser práctica deviene pragmática, o queriendo ser metafísica se olvida de ser práctica. Una dialéctica semejante se advierte todavía en el discurso ético contemporáneo, y precisamente por ello puede resultar muy oportuno reflexionar sobre la noción de ley natural, como uno de los conceptos filosóficos en los que parecen preservarse mejor aquellas tensiones tan típicamente humanas.

Ana Marta González.