Tema 7: La inteligencia humana

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1. INTRODUCCIÓN: LA SINGULARIDAD DE LA INTELIGENCIA.

Tema 7: La inteligencia humana

Existe en el ser humano una forma de conocimiento que rebasa claramente las expectativas y límites del ámbito sensible. Operaciones tales como negar, la reflexión, la invención, el lenguaje articulado o la expresión simbólico-artística, entre otras, ponen de manifiesto la peculiaridad de la inteligencia.

Esta forma de conocimiento supone una apertura a la realidad que rebasa la mera atenencia y reacción a los estímulos de agrado y desagrado; que brinda además, y por ello, la posibilidad de aportar novedades, de conocer dimensiones, como el ser –y la nada–, no patentes a nuestra sensibilidad; de economizar recursos de forma radical en nuestras respuestas a los problemas planteados por la confrontación del ser humano con el mundo –por ejemplo, la invención de instrumentos y herramientas, que sirven para múltiples acciones en múltiples situaciones-.

La inteligencia manifiesta la posibilidad de rebasar los límites de las cualidades concretas e inmediatas, para penetrar en dimensiones que multiplican las posibilidades de nuestro conocimiento e intervención en el ámbito de la realidad. El fruto de esos logros aportados por el ser humano a lo largo del tiempo, en su confrontación con la realidad, y convertidos en tradición, colaboración y vínculo entre generaciones sucesivas y diferentes grupos humanos, constituyen el vasto y rico mundo de la cultura.

Consideremos nociones como verdad, justicia, amor, bien, libertad..., el sentido profundo que pueda tener un gesto, la conciencia acerca de la propia singularidad como sujeto existencial, la posibilidad de referirse a una infinidad de objetos -reales o no- con una sola palabra..., todo ello pone de manifiesto que nuestro conocimiento es capaz de captar la realidad profunda de las cosas, su esencia, más allá de su apariencia sensible.

La inteligencia es una forma de conocimiento, en fin, que expresa una singularidad radical del ser humano respecto de todos los demás seres que habitan el mundo.

Esta forma de conocimiento implica una asombrosa apertura a la realidad, que en el fondo consiste en la capacidad de comprender lo que las cosas son. Pero esto nos lleva a cuestiones “metafísicas”, que son las que estudian en qué consiste “lo real”, qué significa existir, qué diferentes modos de ser se dan en la realidad… Todo ello no es accesible a los métodos científicos experimentales, por lo que al intentar comprender qué es la inteligencia, la psicología experimental u otras ciencias como la neurología (las llamadas “neurociencias” en general), han simplificado –a menudo excesivamente- el conocimiento intelectual, reduciéndolo a una simple e imprecisa capacidad de resolver problemas”.

Vamos a estudiar estas dos perspectivas –propias respectivamente de la psicología y la antropología filosóficas por un lado, y de la psicología y la ciencia experimental por otro-, con el fin de apreciar su alcance y pertinencia.

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2. LA ABSTRACCIÓN: CAPTACIÓN DE LA ESENCIA DE LAS COSAS

La clave para entender esta riqueza efectiva de posibilidades que caracteriza al ser humano, que es el conocimiento intelectual, es una operación singular conocida ya desde el pensamiento griego con el nombre de abstracción.

La abstracción es un proceso cuyo punto de partida está en el conocimiento o experiencia sensible, que aporta datos y contenidos singulares y concretos, pero que lo rebasa hasta alcanzar lo que las cosas u objetos tienen de fundamental, aquello que las define y que no puede dejar de darse sin que esas cosas dejen de ser el tipo de cosas que son. Con otras palabras, su esencia, su modo constitutivo de ser: aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra cosa distinta. La inteligencia es una forma de conocimiento capaz de captar esencias, de captar “universalmente”.

El conocimiento sensible nos ofrece objetos adornados con determinadas cualidades concretas: tamaño, posición, color, figura... Si veo, por ejemplo, un fruto, lo examino con mis manos y con mi olfato, lo pruebo y percibo su gusto, dulce o ácido. Puedo más tarde representarme su figura y sabor, y localizar con mi memoria el momento en que lo probé. El conocimiento sensible me ofrece elementos relativos a ese fruto concreto y singular que tuve en mis manos y me llevé a la boca en un momento determinado. Pero no ocurre así con la idea de "naranja", que rebasa esos rasgos concretos, y puede por ello aplicarse con rigor a objetos que ni siquiera he visto o gustado, y cuyas propiedades sensibles pueden ser distintas de las que he percibido, imaginado o recordado.

La abstracción es la operación básica de la inteligencia. Consiste en prescindir de los aspectos sensibles concretos al considerar cosas o acontecimientos, quedándose con lo que hay de necesario en ellos, es decir, aquellos rasgos o notas que no pueden dejar de darse sin que la cosa deje de ser lo que es. Nuestro conocimiento intelectual es capaz de captar notas o rasgos que, sin ser sensibles, se advierten a partir de lo sensible. La abstracción es el acto de comprensión de lo que una cosa es, a partir de su configuración sensible.

En la observación de una isla, por ejemplo, captar lo que constituye a la isla como islaimplica prescindir de aspectos concretos como su vegetación, tamaño, accidentes geográficos, posibles poblamientos, características climáticas, etc., para quedarse con el escueto conjunto de características: "porción de tierra rodeada de agua por todas partes" que recogemos luego en su definición. Para que algo sea una isla ha de reunir, necesariamente, estas características, que son las recogidas en la "comprensión" del concepto 'isla' y en su definición. En cambio, el ser grande o pequeña, desértica o selvática, montañosa o llana, no la hace ni más ni menos isla. Estos últimos aspectos son accidentales y no esenciales para la comprensión de lo que hace que una isla lo sea.

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La esencia es ese conjunto de rasgos que constituyen lo que una cosa es. Presenta dos notas fundamentales a la luz del conocimiento intelectual: es necesaria(no puede dejar de darse sin que la cosa deje de ser lo que es) y universal(se refiere inequívocamente a una multitud posible de objetos individuales, conocidos o por conocer). La esencia es el denominador común de todos los objetos que son en el fondo el mismo tipo de cosa, a pesar de su posible variedad.

La esencia es “inmaterial”

Puede advertirse también que el contenido de la esencia, su significado, es intemporal e inespacial. Así, un concepto puede anticiparse hasta el futuro y mantenerse a pesar del paso del tiempo. Una idea puede compartirse, ser poseída simultáneamente por muchas mentes en distintos lugares. La misma idea puede ser captada por personas de diferentes épocas del mismo modo. Precisamente por eso una idea puede transmitirse de un lugar a otro, de una época a otra, comunicarse, servir a otros. El teorema de Pitágoras o el principio de Arquímedes, por ejemplo, tienen validez con independencia de tiempo y lugar. Este es un rasgo de algo muy importante: la inmaterialidad.

[La inmaterialidad se aprecia también en la reflexión: el ser humano puede tener una idea de sí mismo, representarse intelectualmente a sí mismo, comprenderse, tener conciencia reflexiva de sí. El ojo no puede verse a sí mismo, ni el oído oírse... En el conocimiento sensible, una parte de mí puede captar a otra (tacto, vista, etc.), pero se trata de dos partes u órganos diferentes. La inteligencia sí puede ser a la vez ella misma sujeto y objeto, por medio de la reflexión.]

El resultado de la abstracción, dijimos de pasada, es el concepto, en el que se representa en su universalidad la esencia de la cosa. El concepto es la representación intelectual -universal y abstracta- de un objeto. El concepto (también llamado noción o idea) es una elaboración de nuestra inteligencia mediante la cual comprendemos en lo posible el contenido, el modo de ser de una cosa, más allá y más al fondo de su aspecto exterior, de su apariencia sensible.

Con los conceptos, la inteligencia elabora representaciones más complejas: el juicio y el razonamiento. En la medida en que establecemos relaciones entre conceptos (predicación), atribuimos a los objetos cualidades que pueden ser confirmadas o no por la realidad. La adecuación de lo que juzgamos o enunciamos con la realidad objetiva de la cosa es a lo que se denomina propiamente verdad.

Aunque se trata de una elaboración de la mente a partir de los rasgos o cualidades sensibles que se tienen de un objeto, la abstracción es un descubrimiento y no una invención. Se capta o descubre el modo ser que la cosa tiene objetivamente de suyo, de por sí. Precisamente por la objetividad de nuestro conocimiento intelectual es posible entenderse: se pueden comprender las cosas del mismo modo (del modo de ser que es propio de las cosas). Si no fuera así, nuestro conocimiento tampoco nos serviría para vivir y movernos en la realidad ni para confrontarnos con ella. El conocimiento racional o intelectual permite interpretar de forma adecuada (objetiva, crítica) las configuraciones propias del conocimiento sensible (percepción, imaginación...)

Como ya se estudió en su momento, el concepto es un signo natural del objeto conocido. A su vez, puede ser expresado mediante distintos recursos convencionales: lenguaje articulado (término o palabra), sonidos (lenguaje telegráfico, melodía, ritmos...), imagen visual (dibujo), gestos, señales u otros símbolos.

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3. TEORÍAS ACERCA DE LA INTELIGENCIA

La inteligencia es uno de los temas más apasionantes de la psicología contemporánea. No obstante, llama la atención la enorme dispersión con la que ha sido tratado en este siglo de andadura, en el que es muy raro encontrar definiciones de la inteligencia como tal. Sí existen datos, aportaciones y reflexiones sobre cómo funciona. No tantas sobre qué es. Queda una caracterización -de contornos bastante imprecisos- de la inteligencia como “capacidad para resolver problemas”.

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A) EL ANÁLISIS FACTORIAL DE LA INTELIGENCIA.

Es posiblemente el enfoque que más ha influido en el modo de entender la inteligencia desde el punto de vista científico. Entiende la inteligencia como un 'conjunto de aptitudes o funciones'. Se desarrolla sobre todo en EEUU, entre las dos guerras mundiales, y hace aportaciones de gran interés, sobre todo en el ámbito de la psicología aplicada. No ofrece una comprensión unitaria de la inteligencia. Se reconoce un conjunto de comportamientos, destrezas o conductas más o menos homogéneas, pero estructuradas de modo distinto.

[Este modo “fragmentado” de entender la inteligencia, y la falta de una visión unitaria en la que el sujeto humano sea el protagonista efectivo del acto de comprender, ha llevado a perspectivas un tanto ambiguas como las de la llamada “inteligencia artificial” o la “inteligencia animal”, que reducen la inteligencia a alguna función particular (asociaciones de objetos, anticipaciones en una serie, operar en el marco de un cálculo, etc.), tareas en las que lo intelectual queda reducido a ciertos aspectos que realmente no son representativos de la inteligencia como capacidad de comprensión.]

El iniciador de estos estudios es SPEARMAN, que planteó la existencia de dos factores intelectuales: el 'factor G', o inteligencia general, y el 'factor S' o inteligencia especial. La inteligencia general sería una capacidad para relacionar datos, para pasar de unos a otros. La inteligencia especial es una serie de habilidades concretas en las que Spearman dice reconocer un comportamiento "inteligente".

Esta propuesta, avalada en un primer momento por observaciones poco contrastadas, dio paso pronto a otras investigaciones mucho más precisas, que tuvieron lugar en el marco de las fuerzas armadas de los EE.UU., con motivo de su entrada en la II Guerra Mundial. Con el fin de asignar a cada soldado o cooperador del ejército norteamericano la tarea más adecuada a sus capacidades, se idearon determinadas pruebas experimentales ('Army tests') que fueron aplicadas masivamente a los soldados.

[Un test psicológico es una situación experimental en que se pone a prueba la capacidad de resolución de determinados problemas o situaciones no previstas, en un intento de medir dicha capacidad o habilidad. La medida se basa en una comparación estadística con lo que se considera una distribución 'normal' de individuos (campana de Gauss), con respecto a la cual se ubica al que se aplica el test. Un test ha de ser válido, fiable y tipificado. Válido significa que mide lo que pretende medir. Para asegurarlo hace falta un criterio externo que lo confirme. Fiable significa preciso, que sus resultados son estables (tendencia mantenida en sucesivas aplicaciones). Tipificado significa basado en normas típicas, es decir, que permiten clasificar e interpretar los resultados en el marco de una población de referencia para el individuo testado.]

THURSTONE, sobre todo, avanzó sobre los estudios de Spearman, distinguiendo seis factores de inteligencia:

-Factor 'N': Factor o aptitud numérica. Mide la habilidad en el cálculo aritmético.
-Factor 'S': Factor espacial. Mide la habilidad para reconocer y manejar figuras en el espacio.
-Factor 'V': Comprensión verbal. Pretende medir el grado en que se maneja y se entiende el lenguaje.
-Factor 'W': Fluidez verbal. Extensión del propio vocabulario y rapidez en el empleo de palabras.
-Factor 'R': Factor razonamiento. Equivale al factor 'G' de Spearman. Relaciona datos y averigua las relaciones que unen a objetos, símbolos o figuras.
-Factor 'M': Memoria. Se refiere a la retención visual y auditiva.

Estos factores -y otros elaborados o ideados por otros investigadores- han mostrado una notable correlación, lo que ha hecho pensar en que algo han de tener en común, más allá de la mera observación experimental. No obstante, las demarcaciones entre los distintos factores son un tanto imprecisas y, en algunos casos, no está claro que se trata de aspectos netamente intelectuales (memoria visual, por ejemplo). El "Análisis factorial" no ha logrado establecer una teoría general sobre la inteligencia en la que se ofrezca una jerarquía o estructura clara de todas y cada una de sus funciones. En definitiva, se ha ofrecido una descripción de algunos rasgos a los que se ha convenido en definir como inteligentes, pero sin una idea realmente precisa de lo significa realmente la inteligencia. Prueba de ello son, entre otras cosas, las revisiones efectuadas por el propio Thurstone acerca de “otros tipos de inteligencia”, entre los que destaca la llamada “inteligencia emocional” (estudiada con particular éxito por DANIEL GOLEMAN, que reconoce la significativa influencia de pensadores clásicos como Aristóteles o los escolásticos). También se ha popularizado, sobre todo en el ámbito educativo, la teoría de las "inteligencias múltiples" de HOWARD GARDNER.

B) EL “COCIENTE INTELECTUAL”

Una de las aportaciones más audaces (y discutidas) de la psicología experimental ha sido la pretensión de medir la inteligencia. A principios del siglo XX, A. BINET, a partir de una muy genérica definición de la inteligencia como "capacidad para resolver problemas", es decir "situaciones nuevas", propuso la noción de 'edad mental' que representaría el nivel medio de inteligencia que corresponde "normalmente" a determinada edad cronológica.

Según esto, propone medir la inteligencia dividiendo la edad mental de un sujeto entre su edad cronológica y multiplicar el resultado por 100. Es el llamado 'cociente intelectual' (CI / IQ), expresión ideada por W. STERN:

EM
                 ----- x 100 = CI
EC

La 'normalidad', según este planteamiento, se situaría entre las puntuaciones 90 y 110. La aplicación de esta propuesta se llevó a cabo mediante el test "Binet-Simon" y más tarde con el test "Stanford-Binet", de Lewis TERMAN.

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4. LA INTELIGENCIA ANIMAL

El acercamiento al tema de la inteligencia animal y su confrontación con la humana tiene como fundamento una definición muy genérica de la inteligencia como 'capacidad para resolver problemas'. La resolución de problemas (situaciones no previstas) implica la capacidad de establecer una relación de medio a fin entre dos términos, de utilizar una cosa u optar por un procedimiento con vistas a otra cosa. La inteligencia puede caracterizarse en parte, ciertamente, como la capacidad de establecer tal relación medios-fin, y como algunos animales son capaces de resolver problemas de cierta envergadura, se ha planteado abiertamente si tienen o no inteligencia, y si ésta es o no similar a la humana.

Para analizar este punto, quizá sea clarificador distinguir, siguiendo a J. L. Pinillos, varios niveles o tipos de conducta diferentes en los seres vivos:

- TROPISMOS: Formas muy elementales de conducta, que consisten en reacciones de giro u orientación de las plantas u otros organismos fijos, originadas por una fuente exterior de energía (luz, gravedad, agua...). A veces se habla también de tropismos en los animales 'libres (=que pueden desplazarse) pero no parece ser muy significativo dado el peso de otras pautas de conducta.

- TAXIAS: Reacciones de orientación y locomoción que se producen de forma necesaria en ciertos animales inferiores, al ser estimulados por una fuente exterior de energía. Los paramecios, p. e¡, reaccionan de este modo ante el calor (termotaxia), y las mariposas ante la luz (fototaxia positiva).

- REFLEJOS: Los reflejos aparecen ya en los metazoos. Implican una cierta estructura nerviosa, aunque sea elemental. La importancia de estas reacciones adaptativas, muy elementales pero más flexibles que las taxias, es relativamente pequeña en los invertebrados superiores y en los vertebrados.

- INSTINTOS: Patrones muy complejos de conducta no adquirida (construcción de nidos, migraciones iguales para todos los miembros de una especie) que responden de una forma estereotipada al medio. Dominan la conducta de los insectos y pesan notablemente en peces, reptiles y aves. En niveles superiores (mamíferos) aparecen también otras formas de conducta.

- APRENDIZAJES: Serían la capacidad de avanzar, gracias a la experiencia, sobre los patrones hereditarios de conducta, íntimamente ligada a la existencia de un desarrollado sistema nervioso. Así, reflejos condicionados e instrumentales (asociación de conductas a ciertos estímulos, PAVLOV, SKINNER...), aprendizajes perceptivos y tanteos, aparecen en aves, mamíferos inferiores y primates. También son capaces de aprovechar la experiencia de otras especies (los pulpos, p. ej., aprenden con rapidez a defenderse de las artes de los pescadores)

La constatación de ciertas formas de aprendizaje por parte de algunos animales (que según THORNDIKE y SKINNER se basaba en el modelo de 'ensayo-error’), amplió el marco de comprensión del comportamiento animal. En situaciones no previstas algunos animales son capaces de adoptar determinadas conductas tras intentos azarosos con resultado positivo (éxitos). Los ensayos que no tienen éxito (los fracasos) no son considerados como ocasión de aprendizaje, no se tienen en cuenta.

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Los instintos son pautas fijas e innatas -heredadas- de conducta comunes a todos los miembros de una misma especie, que determinan de antemano los comportamientos básicos de éstos; pero algunos individuos son capaces de salir airosos de situaciones imprevistas y de aplicar en ocasiones posteriores la conducta así adquirida.

- INTELIGENCIA (PRÁCTICA): La resolución de algunos problemas elementales por parte de mamíferos superiores indica cierta captación de relaciones en la forma de comprensión súbita ('insight', 'ajá), no derivada de la herencia ni, al parecer, de tanteos azarosos o experiencias previas.

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Determinadas experiencias realizadas también con animales llevaron a W. KÖHLER a detectar otra forma de conducta sin recurso al método de 'ensayo-error': sin tanteos previos, algunos chimpancés encontraban de modo súbito la forma de resolver ciertos problemas (obtención de alimento en situaciones de dificultad). No se apoyaban en experiencias previas. El animal, a la vista de todos los elementos del problema, mostraba un gesto expresivo de ¿lucidez?, que el experimentador denominó 'insight' y también 'ajá', en el que parecía darse un acto súbito de comprensión.

A diferencia del comportamiento "aprendido" (defendido por THORNDIKE y SKINNER), en el que el fracaso no tiene sentido, puesto que no aporta ninguna solución satisfactoria, en la conducta "inteligente" animal (KÖHLER) el error es una enseñanza, puesto que los ensayos infructuosos orientan hacia una solución mejor, que se busca.

COMPORTAMIENTO ‘INTELIGENTE’ ANIMAL Y RACIONALIDAD HUMANA

Pero a la hora de comparar el comportamiento 'inteligente' animal con la racionalidad humana, cabe hacer algunas precisiones. En primer lugar, la conducta inteligente del animal consiste en la adaptación a situaciones nuevas con un margen de variabilidad, pero comprendida dentro de los límites del instinto:

1) Se da una servidumbre al tipo de problemas para el que se encuentra preorientado por la especie (perros, gatos, caballos, ocas o chimpancés, por ejemplo, son capaces de resolver ciertos problemas, pero no el mismo tipo de problemas).

El alcance de la inteligencia práctica animal está dentro de los límites de la correlación "organismo-perimundo". Importantes estudios (UEXKÜLL, GEHLEN, PORTMANN, SCHELER...) han servido para distinguir entre 'mundo humano' (Welt) y 'perimundo o entorno animal' (Umwelt):

Perimundo o “entorno” animal

Mundo humano

- Está tejido de estímulos

- Está tejido de realidades, más allá de los estímulos

- Presenta ‘campos de captación y de reacción’ fijos, propios de cada especie. Cada especie biológica “especializa” la conducta de sus miembros.

-La conducta no está determinada por pautas específicas (de la especie), es susceptible de decisiones deliberadas. Autonomía del individuo frente a la presión de lo orgánico. Desde el punto de vista biológico, lo propio del ser humano es su inespecialización.

- Dentro del marco de la especie, el individuo puede adaptar su comportamiento a situaciones concretas.

- En el hombre, la conducta es electiva ante un mundo de realidades, que no son meros desencadenantes de una estimulación específica. Puede innovar.

2) En el animal el estímulo excita al organismo y desencadena determinada reacción o respuesta sin solución de continuidad. Si existe una adaptación de la respuesta a la circunstancia, como en la utilización de eventuales utensilios, no percibe lo que éstos pueden significar y 'dejan de servir' (los tira) después de usados, es decir, los utensilios no son en realidad instrumentos en sentido estricto. Significativamente, no sabe construir instrumentos nuevos con otros utensilios.

Por lo mismo, se da una servidumbre al 'dato visual presente': los elementos del problema han de formar parte de un mismo complejo visual presente (el alimento y la caña o la caja para alcanzarlo). De lo contrario, no tiene lugar acto de 'asociación'. Los chimpancés de Köhler no “veían la relación” entre el alimento y un cajón si en éste se hallaba sentado otro animal. El animal, sin experiencia previa, no puede anticipar lo que no está presente más allá del estímulo inmediato en el tiempo y en el espacio.

A diferencia de la inteligencia práctica animal, la inteligencia humana es capaz de operar adecuadamente en circunstancias nuevas e imprevistas, pero ello se debe a que capta lo esencial de un objeto o situación, estableciendo una neta distinción entre el medio y el fin; es capaz de pensar mediante símbolos que representan abstractamente las cosas y sus relaciones, de construir instrumentos con instrumentos (salvando la inmediatez), lo cual sitúa la racionalidad humana en un nivel cualitativamente distinto del 'pensar' (?) animal, estrechamente ceñido a lo singular y concreto.

En resumen:

El comportamiento animal queda limitado por el marco de los estímulos para cuya captación su especie le ha preparado, adaptándose, a lo sumo, a circunstancias concretas, y reaccionando en función de la excitación de agrado o desagrado que los estímulos desencadenan en su organismo. El ser humano es capaz de conocer lo que es la cosa que es fuente de los estímulos, más allá de éstos, de descubrir virtualidades no evidentes en ellos (que una rama se convierta en un arco, y no sólo en una “lanza” o un garrote, requiere un proceso de comprensión de posibilidades no inmediatas), y de decidir su conducta sin estar "forzado" a una respuesta desencadenada necesariamente por un estímulo. Precisamente por esta singular dimensión de apertura a la realidad de las cosas, X. ZUBIRI definió al ser humano como 'animal de realidades'.

Es muy significativa a este respecto la famosa experiencia de Paulov y revisada por Köhler con el chimpancé "Rafael". En ella se ponen claramente de manifiesto los límites de la inteligencia animal.

A Rafael se le adiestró para apagar la llama de un fogón, que le impedía coger un plátano situado detrás de ella. El adiestramiento consistía en tomar un vaso, que llenaba de aguja en un pequeño depósito, abriendo y cerrando un grifo. Colocado después el animal en una plataforma sobre el agua, aprendió a ducharse tomando agua del lago con un vaso. Sin embargo, cuando pretendió apagar la llama que se le encendió delante de un plátano, en un fogón, pasó trabajosamente a otra plataforma donde había un depósito de agua (fig. 1) para llenar su vaso (fig. 2) y volver a apagar la llama (fig. 3) de la forma en que había sido adiestrado (fig. 4).

No se le ocurrió la “idea” de llenar el vaso metiéndolo directamente en el agua del lago, porque no realizó la abstracción que le podía haber permitido captar lo que es el agua, con independencia de los estímulos o la utilidad inmediata que representaba para la satisfacción de sus necesidades, y poner en relación el “agua-tomada-del-lago-para-ducharse”, con el “agua-tomada-del-depósito-para-apagar-la llama.”

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5. ¿TIENE INSTINTOS EL SER HUMANO?

Queda finalmente una última cuestión, complementaria de la anterior. ¿Se dan en el ser humano parámetros fijos de conducta determinados por la especie humana, es decir, instintos?

Es evidente que existen en todos los miembros de la especie humana ciertos impulsos naturales para la satisfacción de necesidades como las de alimentación, adaptación al medio, reproducción, huida o agresión, que serían los tres ámbitos fundamentales de la conducta instintiva animal. Pero el modo concreto en que el hombre ha asumido y "modalizado" estas necesidades y tendencias por medio de la cultura, es asombroso y extraordinariamente abierto:

- De la necesidad de alimentarse han nacido un arte, la gastronomía, y una ciencia, la dietética, por ejemplo. Numerosas industrias y procesos económicos, así como una importante gama de símbolos que la enriquecen, giran alrededor de esa necesidad primaria en el ser humano.

- A diferencia de todas las especies vivientes, caracterizadas por la necesidad de adaptarse al medio ambiente, el ser humano llama poderosamente la atención por comportarse históricamente a la inversa: lo que ha hecho ha sido transformar el medio de modos diversos para que sirva a sus intereses y necesidades. Es el amplio ámbito de la técnica, el trabajo y la dominación del planeta y sus recursos.

- Técnicas diversas se aplican también en el ámbito de la reproducción: medicina, métodos de asistencia, negocios en torno a la dimensión erótica de la sexualidad, etc. Por otro lado, desde el punto de vista cultural, la aparición de la institución familiar como ámbito originario de acogida y crecimiento en humanidad, así como de socialización y comunicación de intimidad, ponen de manifiesto, entre otros muchos ejemplos, el poder inmenso del comportamiento inteligente humano y la no-sujeción a patrones prefijados por la especie.

- Las diversas y sofisticadas técnicas de guerra y agresión (así como el ansia de paz, el perdón, el diálogo, etc.) son indicadores de la capacidad humana de comprender, de 'hacerse cargo' de las situaciones y de medirse con ellas hasta el punto de transformarlas, manejarlas, darles un sentido u otro...

Todo ello no sería posible si el ser humano estuviese sumido en un entorno ('perimundo') de meros estímulos y sin acceso a una confrontación con la realidad misma de las cosas. Tal confrontación supone una constitutiva forma de apertura –la inteligencia como capacidad de conocer lo real y de trascender estímulos- que hace posible la toma de postura personal, el libre disponer de sí ante las cosas (y ante uno mismo) –para bien y para mal–, el poder de anticiparse al futuro y prevenirlo.

El hombre no tiene instintos, sino tendencias e inclinaciones que no le determinan férreamente, clausurando su mundo. Está claro que las necesidades primarias del ser humano condicionan grandemente su manera de estar y conducirse en el mundo, pero dejan abierto el campo vital humano -gracias a esa capacidad “extraordinaria” que es el conocimiento intelectual- a una conducta personal libre, responsable y creativa, abierta tanto a la mejora como a la degradación de la propia condición humana. Esto no sería posible si estuviera establecido de antemano por una especificidad biológica fija, el instinto.

Por el contrario, gracias al acceso inteligente a la realidad de las cosas, surge la posibilidad de trascender lo orgánico mediante el efusivo don de sí (creatividad). Lo específicamente humano es precisamente la aportación de novedades. Por eso hay historia humana y no animal -y los acontecimientos siguen un curso, suponen una tradición, un legado que se transmite y se recrea de generación en generación, que avanza y puede también retroceder-; por eso también hay cultura en el hombre y no en el animal. La cultura es, en suma, el cultivo de lo específicamente humano: la humanización del mundo (ciencia, técnica, derecho, arte, pensamiento, trabajo...) y del propio hombre (ética, religión, educación, política).

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6.- ¿PENSAR CON LAS MANOS?

La escuela fenomenológica (Max SCHELER, Arnold GEHLEN) ha llamado la atención sobre un hecho significativo: el ser humano nace prematuro en comparación con los demás animales superiores, deficitario, incapaz de valerse por sí mismo, sin pautas fijas de comportamiento (instintos); es un ser inespecializado.

Pero, en compensación, por así decir, el hombre muestra una asombrosa plasticidad, una apertura o capacidad de aprender de un grado muy superior a los demás animales. Definieron esta condición como “apertura a la realidad” (Scheler). Esta plasticidad está esencialmente relacionada con la inteligencia, que permite al ser humano comportarse de modo consciente, deliberado y autónomo como individuo, es decir libre y creativo.

Pero además se ha estudiado con profundidad la correspondencia existente entre la inteligencia humana y la morfología del cuerpo. Un aspecto decisivo al respecto es la no especialización del propio cuerpo humano que, como decían los fenomenólogos, si a simple vista puede parecer una “deficiencia” o desventaja frente a la dotación constitutiva de muchas especies animales altamente especializadas, ofrece sin embargo una plasticidad operativa que se convierte en efectivo elenco de posibilidades al servicio de la racionalidad, de la fuerza creativa del espíritu.

Es muy significativo que mientras que la línea de avance en la evolución biológica es de adaptación al medio y especialización, en el caso del hombre se produce algo extraño: no es un animal más altamente especializado, sino todo lo contrario: se halla singularmente abierto. Esto lleva a pensar, frente a quienes sólo ven en el ser humano un animal evolucionado, que más bien existe un notable “salto cualitativo” entre las demás especies y el hombre.

La inespecialización del cuerpo humano hace posible el uso de la boca y la laringe para hablar, de las manos para usar y fabricar instrumentos, para crear formas artísticas, realizar gestos simbólicos... Ello expresa el hecho de que se halla biológica y funcionalmente preparado y adaptado para servir a la inteligencia y la voluntad. Todos sus elementos se encuentran funcionalmente relacionados entre sí, formando parte de un todo unitario, en el que las funciones son no sólo orgánicas sino asimismo intelectivas (hablar, manejar maquinaria, tocar un instrumento musical...) Así, algunos de los rasgos constituyentes de la corporalidad humana (el bipedismo, la postura erguida, la disponibilidad manual, el peculiar desarrollo cerebral, la constitución de la laringe...) remiten unos a otros y concebirlos aisladamente sería no entenderlos.

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En expresión de Tomás de Aquino, se da en el ser humano una “capacidad para lo infinito. Por eso –argumenta– no podía la naturaleza imponerle determinadas apreciaciones naturales, ni tampoco determinados medios de defensa o abrigo, como a los otros animales... Pero en su lugar, posee el hombre de modo natural la razón y las manos, que son el órgano de los órganos, ya que por ellas puede preparar variedad infinita de instrumentos en orden a infinitos efectos”.

El caso de las manos, es ciertamente muy elocuente, ya que la mano es “instrumento de instrumentos” (Aristóteles), “órgano de los órganos” (Tomás de Aquino). Son condición de la inteligencia práctica y ofrecen también una función simbólica. Pueden señalar, acariciar, golpear, conocer, saludar, pedir, dar, esculpir, abrir, agarrar, modelar, hablar, tomar, dejar... Sirven “para todo” porque no están configuradas para una sola cosa, como en el caso de otros muchos animales. Son expresivas, puesto que acompañan al rostro y a la palabra, al pensamiento, a la creación y la percepción artística, a las emociones...

Afirma también Martin Heidegger que “sólo un ser que habla, o sea, piensa, puede tener mano… Órganos prensiles posee, por ejemplo, el mono, mas no tiene mano. La mano dista infinitamente, es decir, por un abismo de esencia, de todos los órganos prensiles: zarpa, uña, garra. Sólo un ser que habla, o sea, piensa, puede tener mano y ejecutar mediante su manejo obras manuales. La mano encierra mayor riqueza de la que comúnmente suponemos. La mano no sólo aprehende y coge, no sólo presiona y empuja. La mano ofrece y recibe, y no sólo objetos, sino que se da a sí misma y se recibe, a sí misma, en la obra. La mano mantiene. La mano sostiene. La mano designa, probablemente porque el hombre es un signo.” En cierto modo se puede decir que con las manos también se piensa. De hecho. Estas reflexiones del filósofo alemán aparecen en una obra significativamente titulada ¿Qué significa pensar?.

EJERCICIOS

1. La inteligencia como capacidad de comprender la esencia de las cosas y como capacidad para resolver problemas: ¿En qué consisten y qué hay de peculiar en cada una de esas dos concepciones?

2. El análisis factorial de la inteligencia según Thurstone como “teoría de la inteligencia”. En qué consiste y qué limites tiene.

3. Qué es un test y qué condiciones de rigor científico tiene que cumplir?

4. El cociente intelectual: Explica qué es, en qué consiste. ¿Se puede medir la inteligencia y en qué sentido podría afirmarse?

5. Compara la inteligencia animal y la inteligencia humana.

6. Diferencia entre ‘entorno animal’ y ‘mundo humano’. ¿Qué son, distínguelos y explica qué importancia tiene su distinción?

7. ¿Se puede decir que la conducta humana es instintiva? ¿Por qué?

8. ¿Por qué las manos son una prueba de una inteligencia específica en el ser humano?