La Sábana de Turín

Apéndice

Autor: M. Carreira, SJ.

La Sábana de Turín

Además de los relatos evangélicos hay varias reliquias tradicionalmente relacionadas con la Pasión, y una -especialmente misteriosa- que es probablemente el lienzo que envolvió el cuerpo de Cristo en la tumba hasta el momento de la resurrección. Esta es la Sábana de Turín, el objeto arqueológico más intensamente estudiado de toda la antigüedad.

En ese lienzo hay las manchas de sangre que se esperarían como resultado de una flagelación romana y de una crucifixión, además de las heridas punzantes –no previstas normalmente- de un capacete de espinas sobre la cabeza y una herida en el costado de un golpe de lanza después de la muerte. Por esas y otras consideraciones anatómicas propias de la medicina forense, puede decirse que la única razón explicativa de tales manchas es que la tela se usó para envolver el cadáver de una persona que sufrió todos los tormentos que los Evangelios mencionan en la Pasión de Cristo, y no puede sugerirse lógicamente ningún otro personaje concreto.

Que el lienzo se haya guardado con veneración durante siglos cuando conocemos la obsesión judía de evitar la impureza legal debida aun al simple contacto con una tumba, lleva a pensar que algo muy extraordinario ocurrió que obligó a considerar la Sábana no como la mortaja de un difunto, sino como la reliquia preciosa de un Maestro viviente. Los detalles de cómo Pedro y Juan vieron los lienzos en la mañana de Pascua indican también que algo muy extraño les llevó a creer que la tumba vacía no era el resultado de un robo absurdo (¿por quién?) sino más bien de la desaparición misteriosa de su querido Señor.

Aun así, lo que vemos en la Sábana de Turín, aceptándola como la mortaja de Cristo, solamente nos muestra un cadáver. Pero hay algo inusitado en esta reliquia: la imagen a tamaño natural, de frente y dorsal, de un cuerpo humano entero. No vemos tan sólo manchas de sangre, sino su anatomía total, especialmente en fotografías de alto contraste con los tonos invertidos como cuando se trabaja con un negativo fotográfico.

Esta imagen es inexplicable, y nadie ha conseguido duplicarla aun con la tecnología más moderna. Encontramos simultáneamente detalle sorprendente y una relación entre intensidad y la distancia plausible del lienzo al cuerpo que permite una reconstrucción tridimensional imposible de conseguir con técnica alguna fotográfica o pictórica. Hipótesis basadas en la difusión de gases del cadáver al lienzo no pueden explicar el detalle, y un contacto exacto no es compatible con la tridimensionalidad ni con la ausencia de distorsiones anatómicas previsibles. Una radiación (postulada sin razón lógica de su presencia o características) debería emitirse isotrópicamente o en haces colimados, pero se explicaría así o la tridimensionalidad o el detalle, no ambas cosas por un único proceso.

Los Drs. Fanti y Whanger han sugerido una "descarga de corona" (de electricidad estática), que no implica verdadera radiación salvando diversas distancias del cuerpo a la tela, sino un casi contacto que permite afectar al lino. No se presenta una razón convincente de que haya los voltajes muy elevados requeridos para tal descarga, ni de que ésta ocurra solamente en trayectorias verticales (no hay imagen lateral). El Dr. Jackson, todavía usando la palabra "radiación", sugiere luz ultravioleta de una longitud de onda que es especialmente absorbida por el aire, permitiendo su disminución de intensidad con la distancia. Y en lugar de colimar sus rayos (¿cómo?) propone que –en el momento de la resurrección- el cuerpo se volvió "mecánicamente transparente" de modo que el lienzo cayó a través del cadáver y fue afectado por la luz UV a diversos niveles por contacto sucesivo o su equivalente. No se da una razón de que tal emisión de UV ocurra, pero si se diese, afectaría al lino como hoy se ve.

El Dr. Rogers, mediante pruebas químicas, determinó que el color que forma la imagen (un color pajizo muy débil) se encuentra solamente en una capa muy fina que cubre las fibrillas más externas de cada hilo de lino. El color puede disolverse con diimida y deja celulosa totalmente blanca. Un color semejante y con esa misma solubilidad se obtiene en reacciones de Maillard, cuando polisacáridos se ven afectados por reactivos con el grupo amínico, algo que se espera se encuentre en gases emitidos por un cadáver aun antes de verdadera corrupción. Él admitió que por sí solo este proceso no explica el detalle que observamos.

Sin intentar resolver un debate de química o física para determinar el mérito relativo de cada propuesta, parece que un paso previo muy positivo sería el buscar una razón de que algún tipo de energía estuviese asociado con la resurrección y el cómo de su posible contribución a producir la imagen. Lo único que puede sugerirse es el cambio de existir en el entorno físico de espacio y tiempo a la nueva existencia sin esos parámetros. Si las propiedades de localización y temporalidad son reales, deben implicar algo de orden físico en el objeto que se ve afectado por ese entorno espacio-temporal. Es así previsible que cesando el modo original de existir, hablando coloquialmente, el cuerpo "suelte" aquello que le anclaba dentro del universo normal. Sería un tipo de energía –aún desconocida- que, como cualquier otra, podría afectar su entorno en una forma probablemente mínima.

Tal energía sería semejante en sus efectos superficiales a una descarga de corona (sin requerir altos voltajes) que actuaría por contacto sucesivo, como sería de esperar –siguiendo al Dr. Jackson- si el cuerpo deja de estar en el espacio y no presenta resistencia al peso de su envoltura de tela. Como ningún proceso físico es instantáneo, el lienzo cae una pequeña distancia mientras la energía existe y se desvanece, y su presencia con diversa intensidad facilitaría las reacciones químicas que producen el color superficial, sin afectar a la celulosa de los hilos. Tal efecto podría darse también en otros objetos muy próximos al cuerpo.

No es preciso postular una preparación especial del lienzo para explicar la imagen, aunque –siguiendo al Dr. Rogers- sería más bien el apresto del lino que la celulosa lo que entraría en las reacciones de Maillard. Y cualquier conjunto de manchas, sea cual sea su origen, puede fotografiarse y producir una imagen de tonos invertidos en un material sensible a la luz (placa fotográfica). Imágenes propiamente fotográficas se producen cuando un sistema óptico proyecta la luz emitida o reflejada por un objeto externo que tiene grados diversos de reflectividad, y eso puede ser una pintura, un dibujo o simplemente un conjunto de diversos objetos.

Estamos muy lejos todavía de una explicación satisfactoria y total de la imagen de Turín, impresionantemente hermosa con sus cualidades de majestad, dolor y paz, plasmadas en el rostro torturado, con más viveza y profundidad expresiva que en obra alguna de arte. Es muy dudoso que una imagen semejante –con todas sus características- se produzca nunca en un laboratorio. Tal vez sea el único efecto visible del hecho extraordinario que transformó un cadáver humano en un cuerpo vivo que ya nunca estará sujeto a la muerte.