El festín de Babette

Dirección: Gabriel Axel
Guión: Gabriel Axel, basado en un relato de Karen Blixen
Fotografía: Henning Kristiansen
Música: Per Hørgård
Intérpretes: Stephane Audran, Bodil Kjer, Birgitte Federspiel, Jarl Kulle, Jean Philippe Lafont

Dinamarca, 1987
Oscar a la mejor película extranjera.

El festín de Babette

SINOPSIS

En un aislado pueblo de pescadores en la costa danesa, la comunidad practica, en el sentido más estricto, los principios religiosos que el pastor ha predicado durante años. Cuando éste muere, sus dos hijas, Martina y Philippa, continúan adelante con su obra y su doctrina.

En 1817, durante la guerra franco-prusiana, una joven francesa encuentra refugio en el austero hogar de las dos hermanas. Su llegada al pueblo representa la aparición de un ser extraño que vive la vida de otra forma.

A pesar de que Babette convive durante 14 años con ellos, los fieles de  la austera y rigorista fe de las hijas del pastor la consideran un ente ajeno a la gracia divina, al que, condescendientemente, toleran. Un día, Babette gana un premio de lotería y desea agradecer su hospitalidad ofreciéndoles un banquete en honor del difunto padre. Pero su puritanismo les hace negarse a disfrutar del gozo de los sentidos.

EL FESTIN DE BABETTE (G. Axel, 1987)

Gabriel Axel dirige la adaptación de un relato de Karen Blixen, El festín de Babette (Babettes Gaestebud), con la que obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera en 1987.

El cuento original es transformado por el guión de Axel, que agranda su horizonte y consigue una película maravillosa sobre cómo una sociedad de ambiente gélido e individualista, donde cada cual va a lo suyo y mira con desconfianza a los demás, puede ser transformada por una sola persona con capacidad de querer.

Trata la historia de una pequeña comunidad de protestantes luteranos en la Dinamarca del siglo XIX, al noroeste del país. Dos hermanas solteronas, Philippa y Martina, hijas del pastor que dirigía esta comunidad, se quedan tras la muerte del padre al servicio de los fieles, cuidando de ellos y de su fe y renunciando con ello a cualquier posibilidad de disfrute de su propia felicidad.

Un día irrumpe en sus vidas Babette, una francesa huida de la Revolución, con una carta de recomendación de Achille Papin, un cantante de ópera que se había enamorado en su juventud de Philippa. Babette les pide que la acojan como sirvienta en su casa, para protegerla. Las hermanas aceptan, con reticencias. Van pasando los años y un día, Babette gana jugando a la lotería. Decide entonces elaborar un banquete en agradecimiento por todos los años de protección. Esta propuesta irrumpe amenazadora en la devota comunidad, quienes no ven con buenos ojos ningún tipo de disfrute o placer de los sentidos.

Pero ese día Babette les ayuda a comenzar a romper moldes... con su buen hacer, su generosidad y su amor a la vida. Será en la noche de la cena, en donde se produce la transformación profunda de los personajes que, llenos de miedo ante la propuesta, van intentando resistirse al disfrute del festín con que les ha obsequiado Babette, e intentan negarse a mostrar ninguna complacencia. Temen ensalzar los magníficos platos que la mujer les prepara con amor y exquisitez... porque si lo hacen, su mundo rígido corre peligro. Babette se sirve de su arte culinario para provocar en ellos un gran cambio, sin apenas pretenderlo. Estimulando el gozo de los sentidos, convertido a la vez en obra de arte y en gesto de amor y gratitud, los personajes se dejan llevar por la dicha del momento. Lentamente se van deshaciendo las hostilidades y rencores que antes les separaban.

Al final de la cena, comienza el momento del encuentro, de la disolución de lo reprimido. Y bajo la luz de la luna y el aire frío de la noche estrellada del cielo, todos danzan y cantan con una alegría modesta y conmovedora. Se diría que Dios está contento y deja que sus hijos se encuentren desde la humildad agradecida. La misericordia, la justicia y la paz se encuentran.

La sorpresa de las hermanas será mayúscula cuando se enteran de que Babette ha gastado todo su dinero en agasajar a los comensales. Le basta saber que Dios conoce que ella ha dado lo mejor de sí misma y ha conseguido ablandar el mal en los rígidos corazones de los miembros de la pequeña comunidad haciéndoles incorporarse el milagro de la gratuidad y de la gratitud.

La gracia no es enemiga de la naturaleza. Y esto es así porque en la creación permanece una semilla de bien, que la libertad, el amor y el arte pueden disponer para la acción de Dios. Película reposada, sencilla y profunda a la vez, homenaje espléndido a la belleza, a la creación artística y a la genuina espiritualidad católica.

Podemos distinguir un primer nivel de análisis y de significado: El hombre es animal pero es también espiritual, y su dimensión espiritual es capaz de transformar la comida en un arte con el que agasajar a los demás, en una manifestación de cariño y afecto. Babette, en su festín, muestra cómo el trabajo abnegado en la cocina es capaz de encender y unir corazones antes gélidos y distantes. "Yo podía hacerles felices cuando daba lo mejor de mí misma".

En un segundo plano más profundo, la película es también un bello canto a la generosidad, a la capacidad humana de dar sin esperar nada a cambio. En toda familia que funciona hay al menos uno o una que viven con ese espíritu generoso y desinteresado.

En un tercer plano la película muestra, sin duda, el contraste entre el calor de la fe católica de Babette, que afirma que el mundo es bueno porque ha salido de las manos de Dios, y esa fría desviación del cristianismo que es el calvinismo puritano, dominante en el pueblo danés al que ha llegado la cocinera francesa Babette. La fe católica aporta alegría y ganas de vivir, nada que ver con la negación y amargura del puritanismo. Una alegría que se manifiesta desbordante cuando Babette prepara su magnífico festín, sin reparar en sacrificios ni gastos, dándolo todo.

Se puede apreciar finalmente en esta película una metáfora de la Eucaristía, el verdadero Festín, el Gran Derroche de generosidad que nos transforma y hermana. La Eucaristía es la Mesa que nos hermana, el hogar familiar en torno al que todos y cada uno encuentran calor y se sienten queridos. En la Eucaristía, ese gran festín en que la comida es el mismo Jesucristo, que se entrega en un exceso de generosidad, surge y crece la concordia y el hermanamiento entre los hombres.

Película reposada, sencilla y profunda a la vez, homenaje espléndido a la belleza, a la creación artística y a la genuina espiritualidad católica.