El cuerpo humano es específicamente humano

Autor: Martín F. Echevarría*

Frecuentemente, por una herencia inconsciente del dualismo, tendemos a ver al hombre como la síntesis de una bestia y un espíritu. Como experimentamos la rebelión de la carne, es fácil terminar pensando que la esfera vital y animal son como dos niveles completamente autónomos e incluso rebeldes por esencia, de modo que, insensiblemente, terminamos por comprometer la unidad sustancial del hombre. Esta no es la manera en que santo Tomás ve las cosas. Si bien el ser humano, tanto por su complejidad como por el estado de naturaleza caída, experimenta la contradicción interior de la que habla San Pablo (Rm 7,14-25), eso no implica que exista en el hombre una dualidad tal que deba ser concebido como un ente paradójico, mitad bestia, mitad ángel.

Santo Tomás es muy firme en este punto al rechazar, por ejemplo, las posiciones de Orígenes en De principiis (Summa Theologiae, I, q. 75, a. 7. )

Tomás afirma, por ejemplo, que las facultades espirituales del hombre funcionan mejor cuando el cuerpo está en buen estado, que cuando está peor dispuesto. Los hombres de carnes blandas, están dotados de mejor sentido del tacto y, a su vez, por este motivo, son más inteligentes; la buena disposición del cerebro es necesaria para el funcionamiento de los sentidos internos y del entendimiento; cuando dormimos, aunque a veces razonamos, lo hacemos peor que cuando estamos despiertos, etc. Esto es así, porque el cuerpo es para el alma y se debe entender desde esta. El cuerpo no es esencialmente una cárcel o un impedimento para el alma, aunque nuestro cuerpo mortal, con frecuencia, agrave al alma. Por el contrario, para que el alma ejerza naturalmente sus operaciones superiores y espirituales, necesita de la operación de las facultades corporales, vegetativas y sensitivas. El hombre está constituido esencialmente por un cuerpo, justamente porque el tipo de entendimiento que tiene, el último en el orden de las sustancias espirituales, necesita de las facultades del cuerpo.

Por eso, el cuerpo humano es un cuerpo específicamente humano. Santo Tomás explica que la disposición del cuerpo humano es la más apta para las funciones que este debe desempeñar. Por eso, el alma humana no se podría haber unido sustancialmente a cualquier cuerpo, como afirman los que sostienen la transmigración de las almas. El cuerpo humano tiene tal organización porque está configurado por su alma para tener la disposición adecuada a sus operaciones propias. Más allá de las analogías entre el cuerpo humano y los otros cuerpos vivientes, el cuerpo humano es específicamente humano. Ante la objeción de que hay cuerpos de animales mejor dispuestos que el cuerpo humano, pues hay animales que vienen provistos de armas naturales, como cuernos y garras, y de vestimenta natural, como los pelos y las plumas, santo Tomás responde:

“En su lugar el hombre tiene la razón y la mano, por los que puede fabricarse armas y abrigo, y todo lo que es necesario para la vida, de infinitos modos. De aquí que la mano sea llamada “instrumento de los instrumentos” en III De anima. Y esto era más conveniente para la naturaleza racional, que tiene infinitas concepciones, tener la facultad de fabricarse infinitos instrumentos” (Summa Theologiae, I, q.91, a.3, ad2).

El texto es muy interesante porque encuentra una correlación entre la capacidad de la estructura de la mano humana para construir todo lo que el hombre necesita para vivir y la apertura infinita del entendimiento humano. Como el hombre tiene un entendimiento abierto al ente irrestrictamente, consiguientemente, tiene un cuerpo adecuado a esa cierta infinitud del entendimiento. En una línea semejante va la explicación de por qué el hombre tiene una posición erecta, a diferencia de los otros organismos:

“Tener posición erecta fue conveniente al hombre por cuatro razones. Primero, porque los sentidos se le dieron al hombre no sólo para pro- curarse las cosas necesarias para la vida, como a los otros animales, sino también para conocer. De donde, aunque los demás animales no se deleitan en los sensibles, sino en orden a la comida y a lo venéreo, sólo el hombre se deleita en la belleza misma de los sensibles por ella misma. Y así, dado que los sentidos tienen más vigor en el rostro, los otros animales tienen la cara inclinada a la tierra, como buscando el alimento y proveyendo a su nutrición, pero el hombre tiene la faz erecta, para que por los sentidos, y especialmente por la vista, que es el más sutil y el que más diferencias de las cosas muestra, pudiera libremente conocer los sensibles de todas partes, tanto celestes como terrenas, de tal manera de que a partir de todas ellas colija la verdad. Segundo, para que las fuerzas interiores tuvieran más libremente sus operaciones, ya que el cerebro, en el que en cierta manera estas se perfeccionan, no está hundido, sino elevado por encima de todas las partes del cuerpo. Tercero, porque, sin tuviera una posición encorvada, tendría que usar sus manos como patas delanteras. Y así, la utilidad de las manos para realizar diversas obras cesaría. Cuarto, porque, si tuviera una posición encorvada y usara las manos como patas anteriores, tendría que coger el alimento con la boca. Y así, tendría una boca alargada y labios duros y gruesos, y también una lengua dura, para que no se dañara con las cosas exteriores, como sucede en los otros animales. Y tal disposición impediría totalmente el habla, que es la obra propia de la razón. Y, sin embargo, el hombre que tiene posición erecta dista totalmente de las plantas. Pues el hombre tiene su parte superior, la cabeza, dirigida hacia el mundo superior, y su parte inferior dirigida hacia el mundo inferior, y por eso está óptimamente dispuesto, según la disposición del todo. Pero las plantas tienen su parte superior dirigida al mundo inferior (pues las raíces son proporcionales a la boca) y la parte inferior dirigida hacia el mundo superior. Pero los animales brutos, de un modo intermedio, pues lo superior del animal es la parte por la que toma el alimento y su parte inferior es por la que expulsa lo superfluo.” (Summa Theologiae, I q. 91, a. 3, ad 3)

Se ve claro, entonces, que el cuerpo humano es propiamente humano. En este cuerpo, órganos como la cabeza, el rostro, la lengua y las manos son especialmente importantes, y esta importancia deriva de la centralidad del conocer y el entender en la vida humana. El cuerpo humano está hecho para que el hombre entienda, que es su operación propia, y por eso el hombre necesitaba tener este tipo de cuerpo que tiene.

De aquí se sigue que, al menos a nivel entitativo, la relación entre cuerpo y alma es natural y llega también al nivel de la sinergia entre las potencias orgánicas y las espirituales. Así, por ejemplo, en la estrecha colaboración entre la razón universal y la razón particular o cogitativa, o en la interpenetración entre afectividad espiritual y afectividad sensorial.

* En: “La corporalidad humana según Tomás de Aquino”. Revista Española de Teología. Vol. LXXIX. Año 2019. Septiembre-diciembre. Cuaderno 3. (Págs. 358-362)