TEMA 5.- LA ESTRUCTURA METAFÍSICA DEL ENTE (II): ACTO Y POTENCIA. ¿QUÉ ES EL TIEMPO?

El acto y la potencia: movimiento y estructura metafísica.

El del acto y la potencia es un tema metafísico central, que Santo Tomás recoge de Aristóteles dándole una perspectiva más amplia y completa, y que tiene una gran importancia para una adecuada comprensión del mundo y para el ascenso metafísico a Dios.

TEMA 5.- LA ESTRUCTURA METAFÍSICA DEL ENTE (II): ACTO Y POTENCIA. ¿QUÉ ES EL TIEMPO?

Los conceptos de acto y potencia surgen cuando Aristóteles afronta el tema del movimiento o cambio en la realidad, tras el precedente del crispado contraste que suponían las concepciones de Parménides ("no existe el movimiento, sólo es aparente e inexplicable; el ser es uno, inmóvil, permanente, eterno") y Heráclito ("todo cambia y fluye, todo es cambio; la realidad no es permanente") a este respecto. Ambos, a pesar de lo contrapuesto de sus posiciones, coincidían en su definición del movimiento como "paso del ser al no-ser, y del no-ser al ser". Platón también desvirtuaba la consistencia ontológica de lo que está sujeto al cambio. Lo cambiante es efímero y por consiguiente su ser es deficitario e inconsistente.

Aristóteles sostenía que el cambio o movimiento es el paso (energeia) de lo que es en potencia (dynamis) a lo que es en acto (entelequia), con lo que se abre un horizonte de comprensión sumamente rico y adecuado a lo real, tanto de lo mudable como de lo que muestra permanencia en la realidad. A través del cambio, las cosas adquieren perfecciones, estados, determinaciones que antes no poseían. Y se requiere que el sujeto que cambia sea "capaz" de adquirir y poseer esa determinación que alcanza con el movimiento. Ejemplo del estagirita son, entre otros: Un animal y un niño no saben resolver problemas matemáticos, pero mientras que el animal no podrá hacerlo nunca, el niño sí es capaz, puede aprender. Un bloque de mármol no es una estatua, pero puede llegar a serlo si actúa sobre él el escultor; en cambio, el aire no tiene esa posibilidad.

Se llama potencia la capacidad de tener una perfección (Nota 1). No se trata de una simple carencia, sino de una capacidad real por parte del sujeto en cuestión para adquirir tales o cuales perfecciones o determinaciones.

A la potencia se contrapone el acto, que es la perfección o determinación que el sujeto posee o adquiere. El árbol ha desarrollado todo el potencial contenido en la semilla (el árbol existía potencialmente en la semilla), el mármol se ha convertido en escultura por la intervención del artesano (la escultura se hallaba en potencia en el mármol), etc.

Pero Aristóteles diferenciaba ya dos aspectos en el acto y la potencia: el físico y el metafísico (Nota 2). El primero es el relativo al movimiento de los entes, en cuanto que el movimiento sería el paso de la potencia al acto, de lo potencial a lo actual y ya realizado. Pero bajo el segundo aspecto nos referimos a que en la estructura constitutiva de los entes que vemos a nuestro alrededor -las sustancias corpóreas- hay un elemento potencial: la materia prima, que es común a todas ellas y de lo cual están hechas, y un elemento actual, la forma sustancial, que es el conjunto de determinaciones que hacen que esta cosa sea el tipo de cosa que es: mineral, árbol, gato, hombre, nube...

Escribe Aristóteles: «el acto se relaciona con la potencia como, por ejemplo, quien construye con aquél que puede construir, quien está despierto con aquél que duerme, quien ve respecto a aquél que teniendo la vista tiene los ojos cerrados, y lo que procede de la materia a la materia misma y lo que es elaborado a aquello que no lo está. Al primer miembro de estas diferentes relaciones se le atribuye la calificación de acto, y al segundo la de potencia.» (Metafísica, IX)

Es constitutivo de la potencia su orden a algún tipo de acto: la vista es potencia de ver, la inteligencia de pensar, la semilla del árbol que se desarrollará a partir de ella, etc. La potencia puede recibir un acto o lo tiene ya.

La potencia es distinta del acto. Una potencia actualizada no deja de ser potencia -así, un ojo, aunque esté viendo de hecho, puede seguir viendo-. Esté actualizada o no, siempre es potencia; lo que propiamente la caracteriza es ser capacidad de tener un acto, ser sujeto receptivo.

Acto y potencia son aspectos o principios que se encuentra en las cosas. En sentido estricto no son "cosas". Como el objeto proporcionado a nuestro entendimiento es el ente completo, por así decir, existe cierta dificultad a la hora de reconocer o expresar lo concerniente a sus principios metafísicos, correlativos entre sí en este caso. Son difíciles de "imaginar" en sí mismos, por eso nos ayuda la exposición de una variedad de ejemplos que hagan comprender esos principios a los que nos referimos.

La potencia se contrapone al acto como  lo imperfecto se contrasta con lo perfecto. En sentido estricto, el acto dice perfección, acabamiento, algo ya determinado. La potencia, por su parte, dice imperfección, capacidad determinable, tensión hacia su acto, que la completa o cumple. Quien tiene capacidad o potencia para saber, pero no la ejerce o actualiza, "no sabe"; el bloque de piedra sin tallar, mientras no adquiera su forma esculpida, "no es" una escultura. Ser potencialmente no es ser de manera efectiva, realizada.

Pero es importante no olvidar que la potencia no es una simple privación de algo, de su acto, sino una capacidad real de perfección. Un árbol, por ejemplo, ni ve, ni puede ver. Un ojo en la oscuridad no ve, pero sí puede ver.

La contraposición entre materia prima y forma sustancial nos permite apreciar que en las sustancias corporales hay un sustrato último, la materia prima, en la que se recibe la forma sustancial. Esta forma determina a la materia para constituir un tipo de sustancia corpórea u otro: hierro, agua, hombre, roble, etc.

La materia prima es el sustrato potencial último, es pura potencia, mero sujeto receptivo de toda posible determinación y carente de suyo de toda actualidad. Al componerse con la forma sustancial, recibe de ella su "acto primero" (pasa a ser de un modo determinado: árbol, hombre, etc.).

Pero en la composición predicamental o categorial, entre sustancia y accidentes, aunque la sustancia ya es un sujeto constituido en acto por la forma, se comporta sin embargo como potencia en relación con los accidentes que inhieren en ella y la determinan (son “acto segundo” con relación a la sustancia).

Otra cosa muy interesante hallamos en el caso de la composición entre esencia y acto de ser o existencia. La esencia restringe el ser a diversos modos de ser, a determinadas medidas y modos de participación en el acto de ser: hombre, perro, pino, plomo, etc. Y es que, como muy bien advirtió Santo Tomás de Aquino, con respecto al acto de ser, todos los demás principios del ente se comportan como potencia, al mismo tiempo receptiva y limitadora del acto de ser. Y así, en los entes corpóreos, la forma es acto con respecto a la materia, pero es potencia en relación con el ser. A su vez, claro está, la materia es "doblemente potencial", en el sentido de que se comporta como potencia respecto de su forma y, mediante ella, también respecto del acto de ser.

Clasificación del acto y la potencia.

Existe una división fundamental entre potencia pasiva y potencia activa, a la que corresponde, respectivamente, la que existe entre acto primero y acto segundo. La potencia es capacidad de hacer o de recibir algo. La potencia activa es capacidad de hacer, la pasiva, de recibir.

Se distinguen tantos tipos de potencia pasiva como tipos de acto. Así tenemos: a) la potencia que es la materia prima en relación con la forma sustancial y al movimiento de generación y corrupción; b) la potencia que es la sustancia en relación con sus accidentes y con los movimientos de aumento, disminución, alteración, traslación; y c) la potencia que es la esencia en relación con el ser o la existencia.

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Centrémonos ahora en la potencia activa. Es la capacidad de producir o de aportar perfección. Es una energía específica, lo que comúnmente llamamos "poder" y también "facultad". Es la capacidad de hacer algo, como es el caso de fuego para quemar, de la mente para razonar, de la voluntad para querer, de la vista para ver...

Su acto correspondiente es el obrar, la "actividad" que le es propia, la ejecución o ejercicio. Se conoce como "acto segundo", para diferenciarlo de la forma sustancial, que sería el "acto primero", en terminología aristotélica. Como las potencias (incluso las activas) se comportan con su operación como lo imperfecto con relación a su perfección propia, ser capaz de ver es menos perfecto que ver en acto, que estar viendo. Las facultades operativas o activas no siempre están en acto; es claro que son distintas de sus operaciones. Y además las facultades requieren la intervención de algún factor ajeno a ellas que las impulsa a actuar, que las estimula: los objetos conocidos o queridos, la verdad y el bien mismos, la "inyección de calor" (aumento de temperatura) que hace que un cuerpo entre en ignición y queme otras cosas, etc.

Pero, así mismo, de un modo muy real y verdadero, la "potencia activa" tiene más de acto que de potencia. No es "carencia", es un "poder", una perfección perfeccionable (por medio de su actuación o ejercicio). Las cosas padecen en cuanto son en potencia, y obran en cuanto son en acto. Para comunicar o producir algo, una perfección o determinación, antes hay que tenerla de algún modo.

Facultades y operaciones son "accidentes". Las potencias activas o facultades son cualidades, y también las actividades llamadas inmanentes u operacionesen sentido estricto (aquellas que no dan lugar a un efecto exterior sino en su propio sujeto: pensar, ver, imaginar, querer...). Las actividades transitivas (productoras de efectos exteriores: esculpir una estatua, conducir un coche, fabricar una herramienta, edificar una casa...) pertenecen al predicamento acción.

Un caso muy distinto es el de Dios. Ninguna sustancia se identifica con su operación; sólo es su causa, salvo en el caso de Dios. En Dios cabe hablar de Potencia activa (Omnipotencia) en cuanto que es principio del ser de todas las cosas (creación); pero como esa acción divina no comporta pasividad alguna ni, por tanto, paso de la potencia al acto, propiamente no es potencia, sino Acto Puro. Las acciones u operaciones de Dios no se diferencian de Dios mismo, no le añaden perfección o determinación alguna. Dios es su mismo obrar.

Prioridad del acto sobre la potencia

La potencia tiene prioridad temporal sobre el acto, pero el acto tiene prioridad metafísica sobre la potencia, porque la potencia se ordena al acto, que es su fin. El acto goza de prioridad sobre la potencia en cuanto a su perfección, ya que "cada cosa es perfecta en cuanto es en acto, e imperfecta en cuanto es en potencia" (Tomás de Aquino, Suma contra gentiles, I, 28), y por ello la potencia está subordinada al acto que es como su fin o meta (telos). Lo que está en potencia no pasa al acto más que gracias a otra cosa en acto. (Nota 3)

Por ello se puede afirmar que el acto "es" en sentido propio y principal, mientras que la potencia sólo "es" de manera secundaria. La potencia es real por relación a su acto. Si éste no interviene, nos hallamos ante un mero "puede ser". La estatua es estatua en virtud de su forma, y no debido a la potencia en la que está recibida (madera, bronce, etc.), ya que esta potencia (materia) podría llegar a ser otras cosas: armario, mesa, silla, puerta, etc. Directamente tiene el ser lo que es en acto; y de forma indirecta, en orden al acto, es real también la potencialidad de las cosas.

Sin embargo, bastantes sistemas de la filosofía moderna no tienen en cuenta la potencia en cuanto realidad, reduciéndola a mera posibilidad (entendida como algo que no es contradictorio, como algo meramente pensable); pero lo meramente posible no es real, requiere para llegar a la existencia la intervención directa de la Omnipotencia divina, sin mediación de la naturaleza de las cosas (y de sus dimensiones potenciales). Implícitamente hallamos esta tesis en Guillermo de Ockham, y de manera más explícita en Malebranche (ocasionalismo) y en B. Spinoza (monismo panteísta).

"Coprincipios" constitutivos.

La composición "acto-potencia" en el ente no destruye la unidad sustancial de éste. Potencia pasiva y acto primero son principios metafísicos constitutivos de toda la realidad creada (también las criaturas espirituales están compuestas de potencia y acto, aunque no de materia y forma).

Hay “cosas” que se dan “unidas”, pero ya estaban constituidas previamente en acto -un jinete y su caballo, el escultor que maneja sus herramientas...-; sin embargo no forman un único ente (Nota 4). Son entidades yuxtapuestas, unidas “per accidens”.

Por el contrario, el acto y la potencia no son cosas o entes íntegros, sino meros elementos constitutivos o principios que, ordenados 'mutuamente' por así decir, se unen para constituir las cosas. La potencia es de suyo capacidad de un acto, sin el cual ella no sería; por esta razón ambos no son una dualidad de entes sino dos dimensiones o coprincipios de un mismo ente, un "unum simpliciter" que no excluye la composición sino la agregación o yuxtaposición. Así, la materia prima, informada por un alma racional (forma sustancial) da lugar a un único ser humano. (Nota 5)

La potencia nunca puede subsistir sola, sino que siempre forma parte de un ente que ya es algo en acto (la materia prima, aunque en sí misma sea potencia pura, siempre se encuentra actualizada en la realidad por alguna forma sustancial).

De igual modo, en el ámbito de lo finito, el acto sólo se da unido a una potencia, que es como el sujeto en el que se recibe el acto (no existe la blancura separada, sino cosas blancas, no existe la justicia en sí, o la belleza... sino personas y acciones justas, cosas bellas, objetos blancos...) Tan sólo Dios es Acto Puro sin mezcla de potencia alguna.

La composición acto-potencia es la que diferencia netamente a la criatura y al Creador, lo finito de lo Infinito. Sin embargo, esta distinción o contraposición no debe entenderse como un abismo insalvable que hace imposible el “ascenso” desde las criaturas hasta Dios. Antes bien, precisamente porque los entes finitos (creados) son en acto (con una perfección limitada), se manifiestan como reflejo o participación de la actualidad plena e infinita del Acto que es su Causa Primera (el Creador). La composición acto-potencia remite, para ser justificada, a la acción fundante del Acto Puro de ser, Dios.

El acto es limitado y restringido por la potencia que lo recibe, como lo recibido queda limitado por la capacidad e índole del recipiente. El acto de ser, por ejemplo, no se limita a sí mismo, sino que recibe su límite de la esencia en la que recae. Al verse determinado o restringido a un modo o tipo concreto de realidad, se puede hablar de que su perfección es limitada y no plena, de que es también y a la vez imperfecto. De igual modo, la blancura de un papel se ve condicionada por las características del mismo, sus dimensiones, textura, etc.

El acto y la potencia se relacionan como lo participado y lo participante. De la participación metafísica, especialmente la participación en el ser, hablaremos más adelante. Pero por ahora podemos avanzar algunas nociones para el tratamiento del tema que nos ocupa.

Participar es tener algo en parte, de modo parcial, limitado. Propiamente, no se tiene una parte, sino que se tiene parcialmente. Hablamos de una participación no cuantitativa (lo participado disminuye) sino cualitativa (lo participado permanece), o bien trascendental (participación en el ser) (Nota 6). El sujeto capaz de recibir una perfección es el participante, el acto es lo participado; y el participante es en potencia con respecto a lo participado. Cierta persona es bella, posee belleza, pero no es la belleza. De ahí se sigue que haya otros sujetos que posean también una misma determinación o perfección sin que ninguno de ellos la agote o la posea plenamente; y también se sigue de aquí que el sujeto no se identifica con aquello que tiene: las cosas tienen ser, pero no son el ser. (Nota 7)

Lo opuesto a participar de algo, a tenerlo "por participación", es "ser algo" o tener ese algo "por esencia", es decir de modo pleno, íntegro, identificándose con ello: las cosas creadas tienen ser, participan del ser; pero Dios es el Ser por esencia (Acto Puro de ser). Con respecto al acto puro de ser, cualquier perfección o realidad tiene carácter de participante: todo ente creado participa del Ser en plenitud, tiene ser; sólo Dios es su propio ser.

"Aquello que es algo totalmente, no participa de ello, sino que lo es por esencia. Pero lo que es algo no totalmente, sino que tiene aquello como recibido, se dice propiamente que participa." (Tomás de Aquino, In I Metaph., lectio 10)

¿Qué es el tiempo?

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“¿Qué es, pues, el tiempo? ¿Quién podrá explicar esto fácil y brevemente? ¿Quién podrá comprenderlo con el pensamiento, para hablar luego de él? Y, sin embargo, ¿qué cosa más familiar y conocida mentamos en nuestras conversaciones que el tiempo? Y cuando hablamos de él, sabemos sin duda qué es, como sabemos o entendemos lo que es cuando lo oímos pronunciar a otro. ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.”

(San Agustín, Confesiones, XI)

Aristóteles definió el movimiento como "acto del ente en potencia en cuanto que está en potencia"; es un paso, un tránsito. Los seres finitos se hallan de un modo u otro afectados por el cambio, por el movimiento. Y por lo mismo, también lo están por la temporalidad.

San Agustín fue quien profundizó en este tema de la temporalidad, uno de los más misteriosos para el análisis racional: la temporalidad, como dimensión propia y constitutiva de las criaturas. Como ya se ha apuntado, se trata de un tema -un aspecto de la realidad- vinculado al movimiento, a la realidad cambiante de las cosas y por lo tanto a su potencialidad.

Pues bien, como ya decía Aristóteles, el tiempo es la medida del movimiento, y recuerda el obispo de Hipona que el movimiento eso es propio de las criaturas; en cierto modo, el tiempo es "criatura", es una relación -simultaneidad, anterioridad, posterioridad- entre movimientos o cambios producidos en los seres crea­dos. (Nota 8) La temporalidad es una condición intrínseca de toda criatura.

¿En qué consis­te esa condición o dimensión de los seres creados? La temporalidad es un pasar, un sucederse. Todas las cosas creadas “pasan”, existen de manera sucesiva. La temporalidad es connatural a todas las criaturas. Se manifiesta, en principio, como futuro -lo que todavía no es-, como pasado -lo que ya no es- y como presente -que es el "filo" entre el futuro -un no ser, una "nada"- y el pasado -también un no ser, una "nada"-. El presente es un "estado que no permanece", un devenir o pasar irretenible entre dos "nadas": el paso de lo que no es aún a lo que ya no es. Nuestro ser es un "ser en la temporalidad", un sucederse, un pasar que es un ser desvaneciente, "ser dejando de ser". De este modo se advierte claramente lo precario, fugaz y limitado de nuestra existencia.

Sin embargo el hombre es imagen de la Trinidad. Y aunque en esta vida es temporal, puede trascender también de algún modo el fluir del tiempo: podemos hacer presentes el pasado y el futuro con la memoria y con la expectación (esperanza), respectivamente; traerlos a nuestro fugaz presente, efímero pero intenso.

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El tiempo -la temporalidad- es condición propia de las criaturas; es estar sometido a un pasar continuo, careciendo de lo que está por venir para dejar inmediatamente de tenerlo, disuelto en lo que ya ha sido.

Pero en Dios no hay tiempo. Él es permanencia, un presente que no pasa (Nota 9). Es Eternidad, plenitud de ser. Acto puro. La eternidad no es una mera prolongación indefinida en el tiempo, sino una condición "intensiva" del Ser perfecto, la posesión plena y simultánea de una realidad presente y permanente: sin principio, fin, futuro ni pasado.

NOTAS


1.- Entiéndase aquí "perfección" en un sentido muy amplio. Sería sinónimo de "novedad", de "determinación", de poseer o de verse afectado por una nueva situación, de adquirir algo que antes no se tenía o de pasar a ser algo que no se era.

2.- La noción de acto es análoga, o sea, que tiene una pluralidad de sentidos diferentes, aunque ligados entre sí por cierta semejanza. Lo que hay de común a todo tipo de acto es la perfección, en mayor o menor grado. Los tipos fundamentales de acto son:

a) El cambio o movimiento, que es el acto del ente que está en potencia y precisamente mientras está en potencia; por eso es un acto esencialmente imperfecto o incompleto, es decir, el "acto imperfecto de un ente imperfecto".

b) La acción, que es el principio activo del cambio, o sea, la actividad en virtud de la cual se produce un cambio; pero la acción también puede ser inmanente y entonces no es principio de cambio, sino mera actividad perfectiva del propio agente. Se la llama también "acto segundo".

c) La forma, que es la determinación, ya sustancial, ya accidental, de cada cosa; es lo que hace que una cosa sea lo que es o esté cualificada de esta o de la otra manera.

d) El ser, que es el acto de todos los actos o acto último; por ello es la plenitud del acto y la máxima perfección.

3.- Por esta razón Aristóteles, al analizar el movimiento en la naturaleza, vio con claridad que todas las cosas que pasan de la potencia al acto requieren una causa anterior en acto; y que, por tanto, en la cumbre de la realidad ha de existir un Acto Puro, sin mezcla de potencia, que mueve todo lo demás. Este es el guión de lo que en el pensamiento de Santo Tomás se ha llamado la "primera vía" para demostrar la existencia de Dios. Para el doctor angélico se trata de una vía más clara que otras, ya que se basa en la común observación de la composición de acto y potencia en todas las cosas que se mueven.

4.- Aquí estaríamos hablando, no de un ente en sentido estricto (de un "unum simpliciter"), sino de un "unum per accidens". La locomotora y los vagones que componen el tren, por ejemplo.

5.- Algunos filósofos, como Duns Scoto, Suárez o Descartes, han entendido mal esta composición, porque concebían la potencia como una realidad que tendría ya un acto en sí misma, comprometiendo así la unidad del ente.

6.-  Dentro de la participación cualitativa es preciso distinguir entre "participación predicamental" y "participación trascendental".

  • En la predicamental se participa en la esencia: los individuos de una especie participan de esa especie. Aquí lo participado se da en los participantes de modo pleno -se es o no se es: hombre, perro, árbol…- y no existe fuera de ellos: como la humanidad está presente en los hombres y mujeres concretos.
  • En la trascendental, los participantes participan en el ser, tienen lo participado según grados y siempre de manera limitada -se es más o menos-; no agotan lo participado. Así, el ser existe ‘fuera’ de los participantes. En el ente se da un "ser participado" (el ser de un hombre o de una mujer es más pleno que el de un árbol o el de una piedra, p. ej.); y por otro lado, el ser como tal trasciende a los entes, no se agota en ellos.

7.- La participación de la potencia en el acto resuelve el problema de la finitud: ¿Cómo es posible un ser finito?, lo es porque el ente no es el ser, sino "habens esse", porque participa del ser limitadamente.

8.- Por ello San Agustín matiza: "Dios no creó en el tiempo, sino con el tiempo". Valga la paradoja, antes de la creación, propiamente hablando, no había un "antes", no existía el tiempo.

9.- Boecio definiría la eternidad como “interminabilis vitae, total simul et perfecta possesio”.