TEMA 3.- EL ENTE COMO TAL: "ENTE O NO ENTE...", HE AQUÍ LA CUESTIÓN

TEMA 3.- EL ENTE COMO TAL:

1. El ente.

La Metafísica estudia al ente como tal, intenta comprender qué significa existir, formar parte de la realidad. Por decirlo así, "ente" es la noción metafísica por excelencia, y junto a ella las que le son más cercanas: ser, esencia, existencia.

Pero vayamos por partes: ¿Qué entendemos por "ente"?

No es posible dar una definición estricta de "ente", porque definir es delimitar, situar algo dentro de un concepto más amplio ("género") para significar de qué tipo de cosa estamos hablando; y también distinguirla o diferenciarla de aquello que ella no es ("diferencia específica").

Pero nos estamos refiriendo a una noción que abarca a todo lo real, y no hay un concepto más amplio. Además, de lo único de lo que podemos diferenciar al ente es de "lo que no existe", de lo que no es real; es decir de la "nada" (otra noción peculiar y nada fácil de definir). (Nota 1)

Por eso, más que definirlo, lo que procede es describir qué es un ente. Y la descripción más directa y sencilla que existe es que "ente es lo que es", lo que existe. El término "ente" proviene del verbo ser (es su participio presente, lo mismo que viviente lo es de vivir, estudiante de estudiar, etc.) "Ente" es aquello que existe (Nota 2). A la vez que una forma verbal, es también un sustantivo y se refiere, más que al hecho o acto de existir, a la cosa que existe, al sujeto de la existencia.

Quizás debemos añadir ahora que el verbo "ser" tiene también dos sentidos claramente distintos: uno copulativo como cuando decimos por ejemplo que "el hombre es libre"; y otro sustantivo o existencial, como cuando decimos por ejemplo que "este hombre es o existe". Este segundo caso es el que conviene al "ente" como tal.

Por otra parte, el ente puede ser de diversos tipos o modos, como ya veremos.

Al modo de ser que determina o define a un ente se le llama esencia. Y así, el ente es un compuesto de esencia y ser:

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La existencia es lo que actualiza, hace ser, a la esencia, la cual, a su vez, determina al ente. Más adelante profundizaremos en esta estructura y composición del ente. El ente, el ente real, objeto propio de la Metafísica, es aquello a lo que compete existir.

Las cosas "son", existen, por una parte. Y también son "algo", poseen un modo de ser, una naturaleza o esencia. La esencia es aquello que hace que una cosa sea lo que es. En virtud de su esencia respectiva, el hombre es hombre, el árbol es árbol, el agua es agua..., y no otra cosa diferente.

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Santo Tomás de Aquino (Zurbarán)

Las expresiones "ser" o "no ser", en sí mismas, no son cosa o cualidad alguna, pero agregan una cierta composición; en ellas hay que distinguir “lo que son” (esencia) y “el que sean” (existencia, ser).

Platón no distinguía entre el "es" copulativo y el "es" existencial; mejor dicho, Platón reduce el "es" existencial al copulativo, lo cual es otra manera de decir que el ser goza para él de un sentido puramente esencial.

Lo mismo que para Platón, para Aristóteles ser significa ser esto o lo otro, jamás ser en el sentido fuerte o existencial del término (es decir, "formar parte de la realidad", existir), tal como lo entendía Parménides. Aristóteles estimaba que el "es" sólo posee una dimensión copulativa (“a es b”; "ser" era "ser algo"). El verbo ser se reduce a simple cópula verbal, mero nexo de unión entre un sujeto y su atributo o predicado. Por ello, siempre que Aristóteles habla de un tránsito del "no ser" al "ser", sólo se refiere al paso del "no ser tal cosa", al "ser esa cosa". En todos los casos, se trata siempre de la generación, sea sustancial, sea accidental, que únicamente afecta al rostro esencial del ente, nunca a su faz existencial.

El no ser aristotélico, por tanto, no indica la nada, sino la ausencia de una forma, sustancial o accidental, que puede nacer por generación o morir por corrupción. Como dice Tricot, no hay para Aristóteles ni generación ex nihilo, ni corrupción ad nihilum. Por ello, no existe en la obra aristotélica alusión clara a un origen radical de los seres, ni mucho menos a su creación (aunque tampoco hay en ella nada que se oponga a la misma, tal como señala Jolivet y justamente puede apreciarse en la filosofía “aristotélica” de Santo Tomás de Aquino).

2. Ente real y ente de razón.

Ente, propiamente, es lo que existe en la realidad, pero de forma derivada hablamos también de "entes de razón" para referirnos a aquello que existe o puede existir sólo en el intelecto. (Nota 3) Por ejemplo la nada, un centauro o también los números. No son cosas reales, pero la inteligencia les confiere una cierta "entidad".  Así pues, podemos hablar de dos modos de ser: el real y el ser puramente mental. Precisemos esta distinción un poco más. “Ser mental” y “ser real” son actualizaciones, aunque "dentro" y "fuera" del conocimiento, respectivamente.

El ser real es subsistente extramentalmente en sí mismo, mientras que el ser mental es "intencional", en el sentido de que designa o se refiere a algo, a una cosa real.

El ser real es activo, el mental no: el fuego pensado no quema. Por otra parte, el ser mental es "más amplio" que el real, ya que incluye a éste, pero también puede "actualizar" cosas que no se dan, ni pueden darse, en la realidad. Es el caso de los entes de razón.

El ente de razón se concibe en oposición al ente real. Hay dos tipos de ente de razón: la "negación" y la "relación de razón". Ambos son modos de "realidad mental", sólo pensada. La negación o privación: la nada, la ceguera, el vacío... Las relaciones de razón: los géneros, las especies, el número, el juicio, el razonamiento... Millán Puelles, entre otros, distingue una tercera modalidad de ente de razón: las "esencias quiméricas" o paradójicas, fruto de la fantasía: una sirena, un fauno, un elfo, un círculo cuadrado... las cuales ostentan una realidad ficticia, imposible en la realidad.

Tomás de Aquino indica la distinción entre estos dos modos de ser en el siguiente texto: "El ser se dice de dos maneras: una, como cópula verbal que significa la composición de cualquier enunciado formado por el intelecto; de donde este ser no es algo en la realidad sino solamente en el acto del intelecto que compone o divide (afirma o niega); y así el ser se atribuye a todo aquello de que puede formarse una proposición, ya sea ente, ya privación de ente, pues también decimos que la ceguera "es" [es el ser mental]. De otra manera el ser se dice acto del ente en cuanto ente, o sea, aquello por lo que algo se denomina ente en acto en la realidad [este es el ser real]; y así el ser no se atribuye más que a las cosas mismas que se contienen en los diez géneros (las categorías); de donde el ser dicho de esta manera se divide con arreglo a esos diez géneros (sustancia y accidentes)." (Quodl. IX, q2, a2.)

3. El ser, acto del ente.

El ser es el elemento principal del ente, es lo más "radical" en la cosa. Incluso a veces se utilizan como sinónimos, utilizados ambos como sustantivo: "este ser, este ente". No hay ninguna cosa que "no sea", todas las cosas (creadas) de nuestro mundo "tienen ser". El "ser" es una perfección que hace posible toda otra perfección (si esta perfección no existiera no podría darse en las cosas ninguna otra perfección -por eso se dice que es "acto de todos los actos", perfección que es condición de toda otra perfección-).

El "acto de ser" abarca todas las cosas (es un "acto universal") y abarca todo lo que las cosas son (es un acto "total"). Las cosas son diferentes unas de otras, tienen diversas perfecciones, pero a la vez tienen la perfección común de ser. Todos los entes poseen el acto de ser, por el que son entes; de modo parecido a lo que ocurre por ejemplo con todos los hombres, poseedores de una forma sustancial que hace que sean hombres; si bien hay una diferencia fundamental entre el acto de ser y los demás actos de los entes, ya sean formas sustanciales o accidentales, porque el acto de ser posee las perfecciones de todas las especies y no solo las de un tipo particular (hombre, perro, árbol, etc.)

El acto de ser es el acto constitutivo más radical, más hondo, nuclear e íntimo en las cosas ("desde dentro" constituye a la cosa en toda su perfección), ya que es lo que hace que las cosas y todo lo que hay en ellas sean, se den en la realidad. El ser es más íntimo a cada cosa que aquello que lo determina (la esencia), es el núcleo más radical, es el subsistir mismo de cada cosa.

El ser es acto, pero no es una determinación o restricción a ser de una forma concreta. Es "la actualidad de todas las cosas, e incluso de las mismas formas" (Sto. Tomás Aquino). Es en el fondo el acto de todos los actos, el acto último, porque todo se comporta como potencia en orden al ser; es el ser quien confiere a todo la última y definitiva actualidad. Y como el acto es siempre superior a la potencia, el ser es la mayor de las perfecciones, si bien se trata de una perfección de otro tipo (100 euros reales y en circulación, contantes y sonantes, son más perfectos que 100 euros meramente pensados, pero no son "más euros", sino "más reales"). La perfección que otorga la esencia es de un tipo diferente (y subordinado) a la que otorga la existencia real.

El acto de ser no incluye ningún tipo de limitación en sí mismo. Los demás actos -formas- son más bien modos de ser particulares y, en consecuencia, son potencia con respecto al ser. Por eso decimos que tienen ser, pero no son sin más, sino según un modo de ser concreto, y en consecuencia limitan -restringen- al ser como el recipiente a lo recibido por él, como una potencia a su acto (son hasta donde su capacidad lo permite). Por ello puede afirmarse que el ser es el acto último del ente, el acto de todos los demás actos del ente.

4. El ser y la existencia. El ser como "acto intensivo" (C. Fabro)

El ser –el “darse en la realidad”– no es un simple “hecho”, menos aún un mero “dato o hecho de experiencia”, según la terminología de Hume. Si algo “está en la realidad” pudiendo no haber estado eso significa que hay algo en él que “le ha hecho y le hace ser”. Se trata entonces de un “acto” y no de un mero “hecho o dato”. El acto de ser supone una “energía”, una activa exclusión de la nada, una posición efectiva justificada por la acción de “algo”. Si ese “algo” es su propia esencia, estamos en el caso de Dios; si no es así, sino que es fruto de la “acción de Otro”, estamos en el caso de las criaturas.

Viene a propósito ahora una precisión relativa a los términos y su significado. Ser y existir tienen la misma o muy semejante significación; ambos términos se refieren al hecho de que algo forma parte de la realidad. Usualmente ambas tienen la misma amplitud y en cierto modo el mismo significado.

Algunos, siguiendo a Cornelio Fabro, insisten en la distinción irreductible entre ser y existir, mientras que otros (E. Gilson, J. García López, S. Ramírez...) los identifican sin más. Podrían aportarse matices, pero puede afirmarse que si bien en el acto de ser "hay algo más" que el mero hecho de existir, a saber la actualidad fundante última de la cosa y su perfección máxima, no se trata de "realidades distintas". No hay ser sin existir y tampoco existir sin ser.

Además, en castellano el uso habitual es semejante, si bien no es usual decir "yo soy", o "Dios es”, o "las cosas son", sino decir "yo existo", "Dios existe" o "las cosas existen", queriendo en todo caso afirmarse lo mismo.

Las cosas "son", existen, por una parte. Y también son "algo", poseen un modo de ser, una naturaleza o esencia. La esencia es aquello que hace que una cosa sea lo que es. En virtud de su esencia respectiva, el hombre es hombre, el árbol es árbol, el agua es agua..., y no otra cosa diferente.

Fabro y sus seguidores insisten en el valor "intensivo" del ser, queriendo resaltar con ello que el ser incluye toda perfección y que está presente en todas las cosas de manera gradual, según la perfección de cada una. Si la raíz de las perfecciones o determinaciones de cada cosa es su ser, entonces la intensidad o plenitud propia de dichas perfecciones será un reflejo o efecto de la "intensidad" o excelencia relativa de su ser. Así, según sea la perfección de una cosa será la plenitud gradual del ser de esa cosa. Por ejemplo, no es que los seres vivos "sean" y además "vivan", sino que su modo de ser consiste precisamente en vivir. Es el mismo acto. Y vivir es un modo de ser más excelente, más perfecto, que el ser de una piedra o de cualquier realidad inerte.

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Cornelio Fabro

Para Fabro, existir indicaría que una cosa se da "de hecho" -y esto, formar parte extensivamente, de hecho, de la realidad, sería equivalente para todas las cosas que hay en la realidad-, mientras que ser expresaría el acto radical "intensivo" de la cosa, la energía real que la hace existir y tener tales o cuales propiedades o perfecciones. Y de este modo, existir, estar de hecho en la realidad, sería resultado de tener ser, de participar en el acto de ser.

Un hombre es más que un árbol porque en él también "son", "se dan" aquellas perfecciones que lo enriquecen por encima de las realidades meramente vegetales. En cambio, no diríamos que un hombre "existe más" que el árbol. Una cosa "existe o no", pero no "existe más o menos". Nuestro ser es más que el mero hecho de existir. Abarca por ejemplo la esencia, el modo en que se es, diferente del de otros tipos de cosas. Hasta aquí el pensar de Fabro.

Dicho todo lo cual, ¿cabría identificar el "acto de ser" y la "existencia"? Sí, en su denominación usual, pero también porque en su sentido más profundo "ente" quiere decir "existente". Y existir es más que el mero "darse de hecho" en la realidad. Es el acto constitutivo que hace que algo "sea o exista". No obstante, siempre es necesario dar a entender en qué sentido se utiliza el término “existencia” para no caer en equívocos.

5. La esencia.

La esencia es el otro constitutivo radical del ente, junto con la existencia. En sentido amplio esencia es sinónimo de “forma” y de “naturaleza”, aunque con algunos matices. Nos referimos aquí a ese "lo que" que forma parte de la descripción del ente (lo que es o existe), es decir al modo de ser, al conjunto de determinaciones que hacen que un árbol sea un árbol y no otra cosa, o que el hombre sea un hombre, etc., diferenciándose de otros tipos o modalidades de entes.

De manera más propia, la esencia se da en la sustancia, aunque también se da en los accidentes, esto es, en las características transitorias de las cosas, aunque en estos de manera derivada y menos propia que en la sustancia, en la cosa misma. Hablamos así de forma sustancial y de formas accidentales en la cosa.

Hay diferentes accidentes (cualidades, relaciones, aspectos cuantitativos...) que se dan en una cosa (en la sustancia), y en la medida en que se distinguen unos de otros diremos que su esencia es diferente. Pero como los accidentes no son más que expresión y dimensiones de la sustancia, de la cosa misma, puede decirse que la esencia, de manera más propia, se refiere a la sustancia, al modo de ser que constituye a una cosa. Esto es justamente lo que el entendimiento intenta compendiar de manera rigurosa mediante la definición, respondiendo a la pregunta "¿qué es esta cosa?". Y a esto es a lo que se llama la "forma sustancial", la esencia propiamente dicha de la cosa.

Volviendo a la composición y distinción que tiene lugar en el ente entre esencia y ser, es importante reparar en que, con relación al ser o existencia de la cosa, la esencia tiene un papel "delimitador" o "restrictivo": se refiere al "modo" preciso de ser de la cosa, que la constituye y define, que la hace ser precisamente el tipo de cosa que es, y no otro.

Entre las propiedades o determinaciones que la esencia confiere al ente, a la cosa, se incluyen también sus operaciones propias, las capacidades operativas o activas que le son características. En este sentido, ya Aristóteles denominaba "naturaleza" a la esencia de la cosa, para referirse a ella como "principio" de su dinamismo, como raíz y fuente de sus operaciones; pero en términos generales se suele entender también la naturaleza como el modo constitutivo de ser -la esencia- de una cosa.

Recapitulemos, precisando un poco algunos aspectos relativos a la esencia y la existencia en la constitución del ente. Como ya hemos explicado más arriba, esencia y existencia (o ser) son los dos principios o elementos radicales constitutivos del ente, de las cosas. Pues bien, en el seno de esta constitución se comportan como potencia y acto: la esencia es potencia en orden al acto de ser o existencia. El ser es la realización de la esencia, lo que la hace real y existente.

La esencia determina a un ente a ser este tipo de ente, restringiendo su ser. El ser simplemente actualiza, realiza al ente y sus determinaciones o propiedades, las hace reales. (Nota 4)

Esencia y existencia no son separables en la realidad, sólo se pueden distinguir (aunque se trate de una distinción real y no sólo mental). No pueden darse o existir por separado. Todas las cosas tienen ser, "participan en el ser" según la medida de la esencia que lo recibe, como lo recibido adopta la forma del recipiente. A esto es a lo que se llama "participación" -una de las nociones más importantes de la metafísica tomista-: el ente tiene ser, es "una parte" del ser, no lo agota, porque la esencia de ese ente restringe el ser a un modo preciso, el que le define como tal tipo de ente y lo distingue de los demás.

6. La analogía del ser (y del ente)

"Ser" es la perfección que admite la máxima variedad de realizaciones, pues todas las cosas del universo son, existen, aunque lo hagan de modos diferentes. Decía ya Aristóteles que "el ser se dice de muchas maneras" (refiriéndose a las "categorías": sustancia y accidentes), pero, por lo mismo, como el ente es aquello que posee ser, también es evidente que hay muchos tipos de entes, los cuales tienen en común la perfección de existir, aunque la posean o participen de muchos modos.

Todas las cosas forman parte de la realidad, pero no son la misma realidad, sino realidades distintas. Y, así, la realidad podemos decir que es "plural", y no "unívoca" como sostenía Parménides. Si el ser se entendiese de modo unívoco (como lo real sin más), entonces no habría diferencias en la realidad, todo sería "único e idéntico", todo en última instancia sería el mismo (tipo de) ser (esta es la tesis del monismo: todo es uno y lo mismo, no habría diferencias entre unas cosas y otras), y tampoco habría diferencias entre las cosas y Dios (esta es la tesis panteísta). Todo, repetimos, sería "uno y lo mismo".

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Pero el ser se da en distintos y muy diversos grados y modalidades. La realidad es diversa y a la vez persiste en ella una dimensión común, una cierta semejanza o relación profunda, más allá de las diferencias y grados.

Y como la realidad es diversa, el concepto o noción de ente decimos que es también "análogo". Aristóteles distinguió entre los conceptos unívocos, que son los que siempre y en todos los casos significan lo mismo o se emplean con el mismo sentido (hombre, mesa...), y los conceptos análogos, que son aquellos cuyo significado es en parte igual y en parte diferente según los casos (bueno, sano, ente...) (Nota 5)

7. Determinaciones de la noción de ente.

Las diversas maneras o sentidos en que puede "decirse" el ser pueden entenderse según dos puntos de vista:

1) Orden categorial o predicamental: Modos particulares de ser, también llamados "categorías" o predicamentos. Son dos: sustancia y accidentes. Por ejemplo: una hoja de papel es una sustancia, una "cosa". Que esta hoja esté escrita o no, que sea de color blanco o de color verde, que esté sobre la mesa o en una carpeta... son accidentes de esa hoja. Lo propio de la sustancia es "ser en sí misma y no en otro", mientras que lo propio del accidente es "ser en otro y no en sí mismo" (la blancura no existe en sí misma, es una característica o cualidad de la hoja de papel, se da en esta última).

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2) Orden trascendental: Aspectos comunes (implícitos) a todos los entes. Facetas de la realidad en cuanto tal, propiedades del ente que se dan en todas las cosas: Trascendentales. Por ejemplo: Todo lo que es, es bueno y verdadero en algún sentido (por relación al apetito o al intelecto, respectivamente).

La trascendentalidad (Nota 6) es la universalidad máxima o suprema. "Lo universal" se refiere "a muchos"; "lo trascendental" se refiere "a todos". Los trascendentales son seis: Cosa (res), uno (unum), algo (aliquid), bueno (bonum), verdadero (verum), bello (pulchrum).

NOTAS


1.- La nada es un ente de razón, una "entidad" que sólo tiene existencia en la mente.

2.- Se puede precisar un poco más aún. El participio, forma verbal, puede sustantivizarse, y así "ente" sería aquello a lo que compete existir, el sujeto de la existencia; y en cuanto tal sería el objeto de la Metafísica. Lo mismo que "estudiante", es aquel que estudia -a quien compete estudiar o se dedica a ello-, aunque no lo esté haciendo en este preciso momento.

3.- Hablamos de una esencia actualizada por el “ser mental”, sin que lo esté ni pueda estarlo por el “ser real”.

4.- Para Santo Tomás, Dios no procede como un artesano (fabricando una esencia a partir de una materia y dando así lugar a un ente), porque el objeto inmediato del acto creador es el esse, el ser mismo del ente, el cual actualiza a la materia y a la forma, esto es, a la esencia, resultando a su vez restringido y limitado por ella.

5.- Se habla también de que los términos, que son la expresión verbal de los conceptos, pueden ser unívocos, análogos y equívocos. Los términos equívocos son aquellos que se emplean con significados totalmente distintos; p. ej., tajada: parte o fragmento de un alimento, pero también borrachera; lata, significando un envase de metal, o una cosa pesada, reiterada y molesta.

6.- Emmanuel Kant (1724-1804) Utiliza este término para referirse algo muy diferente, más relativo al conocimiento que a la realidad como tal. En su sistema, "trascendental" sería aquello que en la estructura del sujeto que conoce convierte un conocimiento en necesario y universal (es decir, en objeto de ciencia).