José Luis Martín Descalzo

I

Viví jugando a demasiadas cosas,
a vivir, a soñar, a ser un hombre.
Tal vez nazca al morir, aunque me asombre,
como nacen, soñándose, las rosas.
Dame tus manos misericordiosas
para que el corazón se desescombre.
Dime si es cierto que, al pensar tu nombre,
se vuelven las orugas mariposas.
Sé que los cielos estarán abiertos
y aún más abierta encontraré la vida.
Ya no seremos nunca más cautivos.
Ganaremos, perdiendo, la partida.
Y, pues hemos vivido estando muertos,
muriendo en luz despertaremos vivos.

II

Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.