Eutanasia y transhumanismo

JOSEP MIRO I ARDEVOL
20 OCTUBRE, 2016

Eutanasia y transhumanismo

El escenario es este: países en plena decadencia demográfica, en los que se combina una baja natalidad y un aumento continuado de la esperanza de vida, con el consiguiente crecimiento de los mayores de 75 años, lo que determina un mayor aumento del gasto socio sanitario, enfermos crónicos, personas dependientes y una mayor prevalencia de enfermedades de invalidación absoluta, como la demencia senil.

Simultáneamente crece el número de personas que viven solas. Esto aumenta su vulnerabilidad en cualquier periodo de su vida, los hace más dependientes de su renta o del estado, una circunstancia que crece y crece con la edad. La productividad se incrementa poco, a pesar del continuado proceso de innovación técnica. En este actual cambio, al menos hasta ahora, el progreso técnico carece de una traducción medible en términos de productividad. No solo eso, se han iniciado dos procesos que anuncian tiempos complicados. Uno, anuncia la liquidación masiva de determinados puestos de trabajo a causa de la robotización y la generalización de determinados procesos informáticos -los programas expertos, por ejemplo- y nuevas tecnologías, como la impresión en 3D. Otro, la extrañamente denominada “economía colaborativa”, que sustituye profesiones regladas -conducir un coche, por ejemplo- en trabajo desregulado, combinado con aplicaciones de móvil que se encargan de organizar el mercado, y cuyos propietarios son los que se llevan el gato al agua con su intermediación. El hecho de que se utilice algo “chachi piruli”, como un apps, y se hable de “libertad”, no quita que sea una puñetera intermediación en la que el negocio es del intermediario, y la “libertad” laboral, el sueño perpetuo de los liberales, se transforma en ocasiones en la pesadilla de los trabajadores.

Y última nota del escenario: un estado endeudado con dificultades para invertir más y aumentar el gasto público –aunque la idea de que a mayor gasto de este tipo, mejor, es algo descabellada si no se atiende en qué se gasta- al tiempo que el estado del bienestar está en crisis

En este contexto, va emergiendo con habilidad controlada la nueva ideología del transhumanismo. Es el nuevo envite de la élite cosmopolita (después de la perspectiva de género) que promete el Mundo Feliz, en el que mediante los adelantos científicos, nos convertiremos en superhumanos. Claro que esto significara unos costes extraordinarios que solo estarán al alcance de unos pocos. Entre sus logros, anuncian una prolongación extraordinaria de la vida, digamos hasta los 500 años o más. Las élites -quienes cada uno consume recursos como 500 habitantes de África, a los que además quieren convencer de que no tengan hijos, para encerrarlos en la trampa del envejecimiento a largo plazo- quieren crear un mundo de súper-viejos en una sociedad que ya tiene dificultades que crecerán sin grandes reformas, incluida una revolución moral, para mantener su estado del bienestar.

¿Cómo creen que termina todo esto? Pues por la vía por la que ya discurre Holanda, por la generalización de la eutanasia para aquellos que sufran de la “tristeza del vivir”, que se corresponde con la gente de menores ingresos. Un grupo presionado además por las condiciones culturales en las que la sobrevaloración de la juventud y el menosprecio por los mayores es una constante. Gente viviendo sola, con pésimas ocupaciones, mal retribuidas o pensiones de miseria, sin sentir como propio ningún proyecto colectivo porque vive en una sociedad desvinculada con una atmósfera donde vivir significa consumir, ser joven y marchoso. Con todo esto, más la extensión de la idea de que hay vidas que no se merecen ser vividas, ¿cuántas personas no decidirán que es mejor morirse?

El corolario del transhumanismo en nuestras condiciones objetivas culturales, sociales, económicas, morales y espirituales, es la liquidación masiva de “los de abajo” con una “muerte digna” ¡eso sí!