Citas sobre El Principito
“Con apariencia de una obra de literatura infantil (y acaso lo sea), el libro recoge como una doble trayectoria, la del Aviador y la del Principito, los personajes principales, hacia el encuentro consigo mismo y con una nueva y más profunda manera de mirar la realidad. Resulta así la trasposición simbólica de un itinerario interior, un proceso de maduración en el cual se alcanza lo que podría denominarse una existencia abierta.
Presenta también, por contraste, la radiografía de una sociedad condicionada por la cantidad y lo funcional o, en términos más generales, una imagen de la existencia del hombre encerrado en sí mismo. Porque la narración tiene sobre todo significación en la intimidad de los personajes. No hay casi aventura. O, más bien, solo la hay en cuanto dispone para el evento íntimo. De esta manera, muestra un camino hacia la sabiduría de la infancia, esa que nos ha sido propuesta -en el Evangelio- como arquetipo de la realización humana...
Hay en nuestra obra expresión figurada de unos contenidos y de una experiencia que permite diversas lecturas a diversos niveles, tal como ocurre con esas obras clásicas que crecen con sus lectores sin perder nunca la inmediatez inicial de su forma acabada...
Acompañar al Principito en su viaje; compartir la experiencia del Aviador en el desierto; recoger el mensaje del zorro, puede ser para nosotros una invitación a trascendernos. A tener calma, a contemplar. A recobrar esa ingenua y limpia mirada del niño, abierta a la experiencia del mundo.”
RAFAEL TOMÁS CALDERA.
La existencia abierta. Para lectores de El principito.
“¿Es El principito un libro para niños? ... Reúne ciertamente las tres cualidades fundamentales que tienen que poseer los libros para niños: es verdadero en el sentido más profundo, no da explicaciones y tiene una moraleja, por más que esta moraleja tan especial concierna más a los adultos que a los niños. Para captarla hace falta un alma elevada más allá de sí misma por el sufrimiento y el amor, es decir una especie de sensibilidad que por suerte no es habitual en los niños... Está claro que los niños ven de manera natural con el corazón. Lo que es esencial lo perciben con claridad. El pequeño zorro los emociona sencillamente porque es un zorro. No pretenden conocer su secreto. Lo olvidarán y les hará falta volver a encontrarlo.
Por eso pienso que el principito iluminará a los niños con una luz indirecta. Les llegará, penetrará en lo más recóndito y permanecerá en ellos como un pequeño resplandor que se les revelará cuando sean capaces de comprenderlo.
No podemos dar marcha atrás y volver a ser niños. Ahora ya somos demasiado mayores y hemos de permanecer en nuestro estado, pero quizá hay una manera de reencontrar el mundo de la infancia. O, mejor aún, de hacer revivir en nosotros el niño que fuimos de forma que podamos reconsiderar las cosas con los ojos de la inocencia.”
PAMELA L. TRAVERS
“El caso es que todos hemos esperado una carta de un Rey. Es más: si por yo entendemos, no esa personalidad externa, periférica, convencional que se ocupa en los negocios, en la política, en la lucha social; si por yo entendemos el núcleo profundo e íntimo de nuestro ser, bien podemos decir que no hemos hecho en la vida otra cosa que esperar esa carta inverosímil. Lo demás que hemos hecho ha sido faena impuesta por el medio. No éramos nosotros en ella los protagonistas; eran los demás —las cosas, los otros hombres— quienes operaban en nuestra vida. De cuando en cuando, en horas de ocio o de extrema congoja, veíamos con superlativa sorpresa que de lo más hondo de nuestra persona salía nuestro verdadero yo, y que este yo era un niño, un niño incorregible, un pequeño cazador de mariposas, voluntarioso e indomesticable, que siempre esperaba lo absurdo. Y a la vez sentimos, señora, que sólo lo que este niño interior desea lograría satisfacernos por completo.
Esto no es una manera de decir, sino una verdad literal. Lo que ocurre es que nos da vergüenza hablar de ello. Porque el hablar es una de nuestras actividades sociales, de aquellas que nos sirven para fingir ante los ojos del prójimo hostil una fisonomía ventajosa. Por esta razón callamos todas esas pueriles esperanzas de mágicos acontecimientos, que, sin embargo, son el último resorte de nuestra existencia. Somos poco leales con nosotros mismos y gravemente ingratos con nuestro niño interior. Él es, él es quien empuja nuestros días, llenos de desazón y de insuficiencia, con el aliento caliente de sus fantásticas esperanzas. Sin él, señora, diez veces en la jornada, nos tumbaríamos vencidos al borde del camino, como el can reventado. Pero nuestro Amal (Nota 1) íntimo espera siempre su carta del Rey.
Todos los grandes espíritus han sabido escuchar, por debajo de los ruidos exteriores de la vida, la alegría y el llanto del niño que llevamos dentro. (...)
Señora, ¡qué libro más bello se podría escribir sobre el niño en nosotros! Sólo vivimos verdaderamente las horas que él logra vivir. Somos personas formales en los días vulgares de nuestra existencia; pero en las cimas de la vida, en el sumo dolor o la dicha máxima, el niño en nosotros reaparece.”
JOSÉ ORTEGA Y GASSET. El Sol, 3 de febrero de 1918.
NOTAS
1.- Ortega se dirige a Zenobia Camprubí, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez, a propósito del poema dramático de Rabrindranath Tagore El cartero del Rey, traducido por ella. Amal es el personaje principal, el niño que espera...