ARISTÓTELES: TRES TEORÍAS FUNDAMENTALES. EL HILEMORFISMO, ACTO Y POTENCIA Y CAUSALIDAD

APÉNDICE AL TEMA 4

ARISTÓTELES: TRES TEORÍAS FUNDAMENTALES. EL HILEMORFISMO, ACTO Y POTENCIA Y CAUSALIDAD

I. HILEMORFISMO

Para Aristóteles cada cosa es una unidad sustancial compuesta de materia y forma. Esta es la llamada teoría hilemórfica o hilemorfismo (materia = hylé; forma = morphé).

La materia es el sustrato común de todas las cosas corpóreas, aquello de lo que están hechas todas las cosas.

La forma es lo que determina a la materia a tener un modo especial de ser corpóreo: perro, piedra, agua, árbol, etc. No es simplemente la figura o aspecto externo; es sobre todo la estructura constitutiva, el conjunto de características o cualidades que constituyen a una cosa, haciendo que ésta sea el tipo de cosa que es: hombre, gato, piedra... Es la esencia de esa cosa.

Por ejemplo, en el caso de una escultura puede decirse que el mármol se comporta como materia, que ha venido a adquirir por la mano del escultor una forma determinada, que la diferencia de otra escultura distinta.

No obstante, habría que precisar más aún: ser “mármol” es poseer ya una forma, distinta de la del hierro, la madera o el bronce, por ejemplo. La materia, propiamente dicha, es algo previo, más básico y primitivo...; y común a todo lo corpóreo.

Aristóteles llama “materia prima” al principio material indeterminado y común a partir del cual están formadas todas las cosas. En cada cosa, ente o sustancia, la materia prima entra en composición con una “forma sustancial” (la cual admite a su vez múltiples formas o determinaciones accidentales). Pero la materia prima no existe separadamente (como si dijéramos, en estado puro). Según se halla en la realidad, está en composición con alguna forma. Así configurada en cada cosa, recibe el nombre de “materia segunda”.

Aunque la materia sea “limitadora” de algún modo, no es mala ni negativa. La materia es un elemento constitutivo indispensable en cada ente o cosa, sin el cual esta cosa no existiría. La materia es “causante” indispensable –junto con la forma- de que una cosa exista, y por lo tanto no es algo malo o negativo.

Una última precisión, de gran importancia: materia y forma no son cosas, sustancias. Son sólo dimensiones, elementos constitutivos de las cosas. Aristóteles las llama “co-principios”. No pueden existir separadas la una de la otra. Se exigen mutuamente para dar lugar a la sustancia completa, al ente individual real, compuesto por ambas, y que es el que verdaderamente existe.

El ente, la sustancia perece o se corrompe cuando se desestructura, cuando materia y forma se separan. Pero cuando se separan la materia y al forma, ¿a dónde van a parar, puesto que no pueden subsistir por separado?

Hay que matizar la pregunta: No es que la forma “venga a la materia” desde fuera, sino que es “sacada” o “extraída” de la potencialidad de la materia por la acción de un agente. Vale aquí muy bien el ejemplo de Miguel Ángel, que decía “ver” en la potencialidad del bloque de mármol la imagen que iba a esculpir. La materia prima es pura potencialidad, un horizonte de posibilidades de las que sólo unas pocas son efectuadas realmente por la acción de una causa exterior (el escultor, por ejemplo).

Y al descomponerse la materia y la forma -el momento en que un objeto se destruye o corrompe-, lo que sucede es que la materia adquiere otra forma distinta (más elemental o más perfecta). Dicho con propiedad: se produce una “trans-formación”, cambia de forma, se transforma en otra cosa distinta. Por ejemplo, cuando quemamos una hoja de papel, que se convierte en ceniza, o cuando el herrero funde dos metales y produce una aleación.

II. ACTO Y POTENCIA

Al estudiar los movimientos o cambios que se registran en las cosas, Aristóteles elabora la llamada teoría del acto y la potencia, una de las teorías metafísicas (Nota 1) más profundas.

El cambio o movimiento es un acontecimiento real, que afecta, según sus tipos, a los entes reales. El nacimiento o generación de un ente, lo mismo que su desaparición o aniquilamiento, son cambios o movimientos reales. El fenómeno del cambio es universal en la naturaleza: todo ser natural se mueve. Es más, para Aristóteles “ser natural” y “ser móvil” es en el fondo lo mismo. Pero ¿cómo entiende Aristóteles el cambio?

Heráclito y Parménides se encontraron en un callejón sin salida porque entendían el movimiento como el paso del ser al no ser o del no ser al ser. Así entendido el cambio, sólo cabían dos posturas:

  1. O todo cambia y nada permanece, y entonces el ser es movilidad pura, las cosas son y o son a la vez, empiezan a ser y dejan de ser continuamente, y toda permanencia es aparente (Heráclito).
  2. O todo es permanente y nada cambia, y entonces el ser es estático e inmóvil. El movimiento sería engaño de los sentidos (Parménides).

Aristóteles salvará la antinomia: el movimiento no es en realidad un paso del no ser al ser, sino un paso del ser en potencia (lo que puede ser, o ser así, pero todavía no es) al ser en acto (lo que ya es, o lo que ya es así). Es el paso de la potencia al acto.

Potencia es la capacidad o aptitud de una cosa para hacer o recibir algo. Si es aptitud para hacer, se llama potencia activa; si es para recibir, potencia pasiva. (Nota 2) La potencia es algo real, aunque no pleno, no está realizado de modo efectivo: reclama un acabamiento, una perfección hacia la que tiende de suyo. El acto, por su parte, es lo que perfecciona a la potencia, es la culminación o realización efectiva de algo que está llamado a ser. El acto es lo que hacer ser, y ser ya, a lo que sólo era o existía en potencia. Así, la visión es el acto de la potencia o capacidad de ver; la audición es el acto de la capacidad de oír, la planta es acto de la semilla y el adulto es acto respecto del niño. A lo que ya es en acto, a lo que ha culminado y satisfecho por sí mismo todas sus potencialidades, a la perfección alcanzada, Aristóteles lo llama entelequia.

ARISTÓTELES: TRES TEORÍAS FUNDAMENTALES. EL HILEMORFISMO, ACTO Y POTENCIA Y CAUSALIDAD

Pero hay otro aspecto importante en esta teoría: En la constitución misma de cada sustancia encontramos una dimensión potencial y otra actual. La potencia es la materia; y la actual, la forma. La forma es una actualización de la materia. De las múltiples posibilidades que se encierran en la materia, en cada ente se han realizado aquellas que lo definen, es decir, que lo conforman tal y como es. Y estas son las perfecciones específicas que posee dicho ente. El mármol se ha convertido en el David, el Moisés o la Piedad, y no en otras esculturas posibles.

La potencia (pasiva) implica imperfección; y el acto (en cuanto que es realización cumplimiento y acabamiento de la potencia) implica una perfección. Algo es más perfecto en la medida que posee más actualidad y menos potencialidad (y a la inversa)

Pero ¿cómo y por qué se pasa de la potencia al acto? ¿Por qué las cosas cambian? ¿Qué es lo que hace que algo que todavía no es, se convierta en algo que ya es, y que de lo menos perfecto surja algo más perfecto?

Aristóteles responde con sencillez: es por la acción o intervención de un agente, de una causa. Así, en el ejemplo de la escultura, es Miguel Ángel Buonarotti quien ha “transformado la materia”, el mármol, tallándola y dando lugar a la escultura.

Con esta reflexión, Aristóteles se adentra en otra importante teoría metafísica: la teoría de la causalidad.

III. TEORÍA ARISTOTÉLICA DE LAS CAUSAS

La causalidad en Aristóteles tiene que ver con el cambio (paso de la potencia al acto); es una teoría física. Pero es así mismo una teoría metafísica, porque se refiere también al ser de las cosas, a lo que son. Dirá el estagirita: “todo lo que llega a ser es por una causa”.

Se define la causa como aquello de lo cual una cosa depende en su ser o en su hacerse. Y más precisamente aún, aquello que se exige de modo necesario y suficiente para que algo llegue a ser. Lo producido por la causa se denomina efecto.

De esta noción de causa se derivan tres consecuencias metafísicas importantes:

1ª. La causa se distingue realmente del efecto. Y por consiguiente, nada es causa o efecto de sí mismo, porque nada ni nadie da lo que no tiene.

2ª. La causa es ontológicamente previa al efecto; es decir que si no hay causa, no hay efecto. Sin embargo, la causa no tiene por qué ser anterior temporalmente al efecto (depende del tipo de causa).

3ª. El ser del efecto depende del ser de la causa.

Aristóteles distingue cuatro tipos de causas:

ARISTÓTELES: TRES TEORÍAS FUNDAMENTALES. EL HILEMORFISMO, ACTO Y POTENCIA Y CAUSALIDAD

Al agente del movimiento, que hace pasar algo de la potencia al acto, lo denomina CAUSA EFICIENTE. Responde propiamente a la pregunta “¿por qué?”. En su sentido primordial, la causa eficiente se aprecia en la explicación del movimiento como el agente inmediato: “Todo lo que se mueve es movido por otro”. (Nota 3)

Pero toda causa eficiente obra por un determinado fin. Éste es la CAUSA FINAL. En cierto modo, la causa final es la primera de todas las causas, pues influye sobre el agente impulsando y determinando su acción, como la perfección que se busca. Responde a la pregunta “¿para qué?”. Al ser la perfección a la que se tiende en todo cambio y actuación, tiene carácter de acto con relación a las demás causas. Para Aristóteles, la causa final es la “causa de todas las causas”. La referencia a la causa final se conoce como “teleología”.

La causa eficiente y la final son causas extrínsecas a las cosas. Actúan sobre ellas desde el exterior y, en general, pueden desaparecer una vez producido el efecto sin que éste se destruya.

Pero hay otras dos causas o principios de las cosas que forman parte constitutiva de ellas: la materia y la forma. La materia es CAUSA MATERIAL y responde a la pregunta “¿de qué está hecha una cosa?”. La forma es CAUSA FORMAL y responde a la pregunta “¿qué es o cómo es una cosa?”. Se trata de la estructura o constitución que define a algo. Ambas son causas intrínsecas, que permanecen en el efecto mientras éste dura.

El ser y el hacerse de las cosas requiere el concurso conjunto de las cuatro causas. Así, por ejemplo, en la fabricación de una llave, el hierro ejerce el papel de causa material, que de suyo estaba en potencia de ser muchas cosas (martillo, hacha, llave…). El que de hecho “sea llave” y no otra cosa depende, no de ser hierro, sino de tener la forma, estructura y características de una llave (causa formal, esencia). El herrero es la causa eficiente, y el abrir o cerrar puertas es la causa final (para Aristóteles, en el fondo, es la razón fundamental de la llave, a la que sirven todas las demás causas que intervienen).

De lo dicho se concluye que existe una jerarquía de perfección entre las causas, en función de su condición de acto o potencia. La menos perfecta es la causa material, que es la más potencial de todas. Sigue a continuación la causa formal, que es acto respecto de la materia, y más perfecta que ella; pero es potencial con respecto a la eficiente y a la final. La eficiente es más perfecta que las causas intrínsecas, que se comportan como potencia con respecto al agente. Éste, por su parte, está al servicio de la finalidad o perfección a la que se dirige su acción. Por consiguiente, la causa final es acto con respecto de las demás causas y la más perfecta de todas. Acto de todos los actos y perfección de todas las perfecciones porque es “causa de todas las otras causas”.

A partir de aquí Aristóteles “sobrevuela” el pensamiento de los filósofos que le han precedido: Los presocráticos repararon sólo en algunos tipos de causas. Los milesios (jonios) se fijaron en la causa material; los pitagóricos (y Platón) en la formal; los atomistas en una causa material (los átomos) y otra eficiente, de tipo mecánico: el movimiento local. Aristóteles propone que existen diversos tipos de causalidad, concurrentes en la mayor parte de los casos. Y sobre todo, advierte la importancia de la causa final (teleología), que ninguno de los anteriores advirtieron (salvo, de algún modo, Platón).

NOTAS


1.- La Metafísica, ya desde los primeros filósofos griegos, consiste en el estudio racional del ser de las cosas, se adentra en las estructuras y principios más profundos de las cosas. Por su parte, la Física en Aristóteles es el estudio de los seres o entes que se mueven o cambian, y de sus causas inmediatas.

2.- La potencia activa, en realidad es una perfección, un acto. Es un “poder” (hacer); y su contrario es una “impotencia” o “incapacidad”. Pongamos un ejemplo: la vista es la capacidad de ver. Es una potencia activa. Su contrario es una imperfección: la ceguera. En cuanto a la potencia pasiva, es propiamente potencia, es una carencia de algo. Y su contrario es una perfección. Por ejemplo: un bloque de mármol se comporta como potencia pasiva con respecto a la escultura que se puede tallar en él y a la acción del artífice.

3.- Esta expresión aparecía ya en el diálogo platónico Timeo. Aristóteles no se plantea que pueda existir una causa eficiente infinita, creadora en sentido estricto, capaz de instaurar en la realidad todas las cosas “desde la nada”. La causa eficiente sólo transforma al compuesto, o lo genera a partir de la materia.