La persona forma parte de la sociedad, pero es más que ‘ciudadano’

El ser humano es un ser necesitado de la convivencia para vivir y desarrollarse como humano.Forma parte de diversos grupos sociales, de la sociedad en general, en suma. Pero su valor -dignidad- no le viene de ser un mero fragmento o parte del todo social. Es "alguien" por ser "él" o "ella", por ser persona. Es importante esta distinción, porque gracias a ella puede entenderse que, aunque las personas, en cuanto ciudadanos, son parte de la sociedad y se deben al bien común, sin embargo también es verdad que la sociedad es para las personas.

"El Estado es la sociedad organizada, ejerciendo la autoridad y desplegando el poder. La sociedad se extiende más que el Estado, pues si bien ambos están constituidos por el mismo pueblo, la sociedad abarca intereses mucho más extensos. La unidad de la sociedad es un hombre, la unidad del Estado, un ciudadano. Ahora bien, un hombre es más que un ciudadano. Todo hombre es un ciudadano, pero no es sólo ciudadano. No es el ciudadano quien abraza a su mujer y engendra a sus hijos, sino el hombre. El hombre es quien juega sus juegos y sueña sus sueños, pinta sus cuadros, se reúne todas las noches con sus amigos, mira a la luna y maldice de los mosquitos. El hombre es quien da culto a su Dios y le sirve bien o mal. Shakespeare era un ciudadano, pero ésta no era su mayor grandeza o su mayor utilidad para la so­ciedad. Por el hecho de que la sociedad y el Estado están consti­tuidos por los mismos individuos, se entrecruzan el orden social y el político. Sin embargo, ambos órdenes no deben confundirse.

En la sociedad el hombre obra según su elección. En el Estado el ciudadano obra según se le dice. Lo que se le dice puede muy bien ser lo que él mismo elegiría en el caso concreto, pero, lo sea o no, debe hacerlo o cargar con las consecuencias. Natural­mente, el Estado no es sólo el órgano de la fuerza, sino también de la autoridad, del orden y del bien común."

F.J. SHEED: Sociedad y sensatez. Herder, Barcelona, 1976, pág. 165