La aparición del cristianismo en el escenario cultural de occidente

CONTENIDO

La aparición del cristianismo en occidente

Relaciones fe-razon. La ‘filosofía cristiana’

La filosofía cristiana medieval. Temas y etapas

La patrística



La aparición del cristianismo en el escenario cultural de occidente
Catacumbas de San Calixto

El cristianismo no es una filosofía sino una religión. Sin embargo, ya desde su aparición, ofrece pretensiones e implicaciones culturales más amplias que las de las religiones del momento.

Se trata de una visión nueva de la vida que abarca todos los aspectos de ésta. Los griegos aportaron una visión filosófica (teórico-racional) de la 'realidad natural, del hombre y de la sociedad. Los latinos aportaron su espíritu práctico y su capacidad de organización, de la que es un ejemplo su elaboración jurídica, el Derecho romano. Los judíos aportaron por su parte una visión de un Dios único y trascendente, y de la historia, entendida como un proceso direccional protagonizado a la vez por Dios y por un pueblo.

El cristianismo supo fusionar de forma crítica y coherente, en el transcurso de tres siglos, todas esas aportaciones, haciéndolas girar en torno a una visión propia, definida por tres conceptos fundamentales: la persona, el amor y la libertad.

Religión y filosofía son en principio dos tipos de saber diferentes. La filosofía –tal como surge en Grecia- es un saber que se dirige a la inteligencia y le dice lo que son las cosas. La religión se dirige al hombre íntegro y le habla de la salvación, de su destino, ya sea para que se someta a él, como la religión griega, ya sea para que lo realice, como esta nueva religión de los cristianos.

Inicialmente el cristianismo es rechazado por la intelectualidad del momento. Aparecen unos hombres y mujeres de origen no ilustrado -no son filósofos, magnates, hombres de leyes o grandes mili­tares...- con propuestas muy serias acerca de las cuestiones últimas. Salvo alguna excepción (por ejemplo, Pablo de Tarso o Justino), no parecen muy preparados intelec­tualmente. Sin embargo, se trata de una forma diferente de vivir y de entender la vida, con serias pretensiones culturales, que des­pier­ta suspicacias.

En el contacto inicial entre filosofía y el cristianismo se aprecian varios datos significativos:

- Determinados problemas filosóficos y metafísicos (origen del mundo, sentido de la historia, dignidad humana, responsabilidad moral, unidad e inmortalidad del ser humano íntegro...) aparecen "resueltos" por gente presuntamente ignorante.

- Algunos filósofos griegos y personas cultas del mundo grecorromano se convierten al cristianismo y muchos de ellos no ven eso como una ruptura estricta con la filosofía, sino como una profundización, como un hallazgo de la verdadera "filosofía" (San Justino).

- Aparecen importantes nociones de origen filosófico en los libros del Nuevo Testamento en los que se recoge la doctrina de los cristianos (Evangelio de San Juan, cartas de San Pablo...)

El cristianismo es ciertamente una religión; al usar a veces ciertos términos para expresar su fe, los escritores sagrados ceden a una necesidad humana, pero sustituyen el antiguo sentido filosófico de estos términos por un sentido nuevo. Se asiste a un brusco cambio de perspectiva. No se buscan verdades por descubrir, sino más bien fórmulas para expresar lo ya descubierto y hacerlo comprensible o profundizar en su contenido.

Los cristianos no disponen de otra técnica filosófica que la de los griegos, y la asumen, pero se empeñan en reformar su contenido y a la vez en refutar su religión y su visión del mundo y del ser humano.

El mito, tan presente en las religiones antiguas y de modo muy singular entre los griegos, no se atenía a las exigencias de la verdad, del logos. Hundía sus raíces en la costumbre, en las vivencias emocionales heredadas de los antepasados que conferían unidad y tradición, es decir identidad, a determinados pueblos. Frente a las religiones mitológicas, el cristianismo -heredero de la tradición hebrea enfrentada a las idolatrías pero no exenta de reminiscencias míticas también- se presentará a sí misma en el contexto helenístico como una “religión del logos”.

Escribe Joseph Ratzinger: “La fe cristiana de los primeros tempos tenía que “decir cuál era su Dios”. Optó por el Dios de los filósofos frente a los dioses de las otras religiones. La respuesta fue ésta: ni Zeus, ni Hermes ni Dionisos o cualquier otro. Ninguno de los dioses que adoráis, sino únicamente el dios supremo, el dios del que hablan vuestros filósofos. Cuando hablamos de Dios nos referimos al ser mismo, a lo que los filósofos consideran el fundamento de todo ser, frente al mito basado en la costumbre y la tradición.” (Introducción al cristianismo).

La tarea a la que asistimos, acelerada en los primeros cuatro siglos, ralentizada durante casi un milenio y culminante en torno al siglo XIII, es, parafraseando a Etienne Gilson, la de expresar el universo mental de los cristianos en una lengua y un tipo de saber concebidos de propio intento para significar el universo mental de los griegos.

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RELACIONES FE-RAZON
LA ‘FILOSOFÍA CRISTIANA’


La doctrina cristiana es una doctrina religiosa en la que la razón no es excluida sino aceptada, aunque su fundamento es un "hecho", un acontecimiento (la encarnación del “Logos”, la divinidad) que los cristianos insisten en que es histórico: Dios se introduce en la historia humana y le confiere un significado distinto. Dios se manifiesta en la historia a través de una persona, Jesucristo, que da a lo humano otro valor y que queda constituido como centro del cosmos y de la historia humana.

La aparición del cristianismo en el escenario cultural de occidente
Cristo como buen pastor, catacumbas

El punto de partida de esta religión es que Dios se manifiesta en Jesucristo ("revelación") y cada hombre o mujer queda en libertad de aceptarle ("fe") o no. Sin embargo, la aceptación del dato revelado, la fe, no se presenta como enemiga o rival de la razón. Se trata de un "obsequio razonable" (razonable no significa 'totalmente racional', sino coherente desde el punto de vista lógico y hasta cierto punto explicable). A diferencia del mito, no es una simple narración simbólica que apela a los sentimientos, sino que se brinda también al entendimiento, y que ofrece y reclama explicaciones.

Es preciso distinguir lo propio del conocimiento racional y lo propio del conocimiento por la vía de la fe.

El conocimiento racionalse alcanza con el solo trabajo de la inteligencia humana, que busca relaciones de causa y efecto a partir de los datos proporcionados por los sentidos. Se apoya en la evidencia racional que puedan ofrecer los datos.

El conocimiento de fe consiste en la acep­tación de un testimonio, no evidente en principio, apoyándose en la autoridad que se reconoce en alguien (un ‘testigo’) que lo presenta. (Se cree en primer término en alguien y esa confianza lleva a aceptar lo que ese alguien dice). Cuando el testigo humano habla en su propio nombre, nos encontramos ante un acto de fe natural o meramente humana. Si el testigo es Dios mismo o se presenta como portavoz de la divinidad, entonces el acto de fe es de índole sobrenatural: se cree al mismo Dios que habla a través de un hombre. Lo que se admite no es evidente en ninguno de los dos casos; si se admite es por la confianza que merece el testigo.

En cuanto acto de conocimiento, la fe (sobrenatural) es un acto del conocimiento que asiente a la verdad divina por imperio o mandato de la voluntad, que es movida por Dios mediante la gracia.

En el caso de la fe cristiana también se exige una congruencia con lo que ya se conoce racionalmente. A las condiciones que hacen al testigo creíble se les llama "motivos de credibilidad" (el testigo no se engaña, no miente, y su testimonio es coherente con otras verdades conocidas). Se distingue, así pues, entre ambas formas de conocimiento, pero se insiste en su armonía y en su colaboración.

Hay datos que se alcanzan exclusivamente por la razón (datos, por ejemplo, relativos a las ciencias empíricas). Hay otros que se alcanzan sólo por fe (son los llamados "artículos de fe": la Trinidad de personas divinas, la Encarnación de la segunda de ellas...) Y hay otros que pueden obtenerse por ambas vías (reciben el nombre técnico de "preámbulos de la fe": la existencia de Dios, la inmortalidad y espiritualidad del alma, la dignidad originaria de todo ser humano, la creación del mundo...) En este último caso la aceptación no tiene lugar a la vez por ambas vías: en el momento en que algo ya resulta evidente, no tiene lugar la fe. Por eso, la fe cristiana pretende alcanzar el entendimiento de lo que se cree en la medida en que ello sea posible.

Pero, históricamente o de hecho, las relaciones entre fe y razón han sido distintas según los pensadores y las corrientes:

a) CONFUSIÓN: No se distingue entre fe y razón, propiamente hablando. Así ocurre en el Neoplatonismo, que entiende la filosofía como un saber de salvación, como una religión, y en el Gnosticismo, para el que la fe religiosa es una forma de filosofía, y el cristianismo una doctrina filosófica más.

b) HOSTILIDAD: Presenta dos modalidades fundamentales:

* "Racionalismo": rechaza el conocimiento de fe. Sólo la razón es válida (Porfirio, filósofo griego del s. III; materialistas...)

* "Fideísmo": rechaza el conocimiento racional y sólo acepta el de la fe (Tertuliano, siglo II-III; más tarde Mahoma, s. VII, Lutero, s. XVI...)

c) INDEPENDENCIA TOTAL: No tendría nada que ver una forma de conocimiento con la otra; tratan de asuntos completamente distintos. Esta posición es muy posterior en el tiempo (Averroes, s. XII; Ockham, s. XIV...)

d) ARMONÍA: razón y fe son distintas, pero compatibles e incluso complementarias. Se pueden dar diversos grados de colaboración (de menos a más):

* No-contradicción mutua

** Orientación de la razón desde la fe

*** La filosofía al servicio de la fe

**** Teología sobrenatural (explicitación racional de verdades de fe).

En el marco de una relación de armonía entre la fe y la razón, se ha empleado la expresión "filosofía cristiana", que, en palabras de Etienne Gilson, abarcaría el cuerpo de verdades racionales que han sido descubiertas, profundizadas o simplemente salvaguardadas gracias a la ayuda que la revelación ha aportado a la razón. Puede denominarse así, en suma, toda aquella filosofía que, aunque distinga formalmente el orden natural y el sobrenatural, considera la revelación cristiana como un valioso auxiliar de la razón.

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LA FILOSOFÍA CRISTIANA MEDIEVAL. TEMAS Y ETAPAS


A partir de San Justino, filósofo griego convertido al cristianismo y mártir a finales del siglo II, los cristianos empiezan a hacer aportaciones significativas al panorama filosófico. Asumen temas y procedimientos del pensamiento griego y romano, pero también presentan otros temas inéditos, y un método que va combinando con más o menos precisión lo racional y lo revelado. Entre los temas inéditos cabe destacar:

- La noción de persona. Griegos y romanos tienen una noción bastante elevada y elaborada de la naturaleza humana (Sócrates, Platón, Aristóteles, estoicismo...), pero el individuo humano como tal está condicionado por su pertenencia social (esclavos, no ciudadanos...), su sexo (mujer), su cultura (bárbaros)... Con una noción de espíritu más elaborada, los primeros pensadores cristianos precisan que hay un modo de ser que es propio del individuo de naturaleza racional, que le hace sujeto de su propio existir y de su vida, capaz de conocerse a sí mismo y de disponer del curso de su propia vida, de reconocerse en otros seres humanos: alguien y no simplemente algo. Ellos identifican este “modo de ser”, en principio, como “hijo de Dios”, al poco tiempo se utilizará el término persona para denominarlo, y se le reconocerá un valor máximo en toda la naturaleza (o creación). Se trata también de un ser que tiene eso en común con el propio Dios, a quien también se considera un ser personal, “alguien”, un “tú”, y no una anónima “fuerza” de la naturaleza.

- Un nuevo modo de entender el amor humano: Junto con la inteligencia, la racionalidad acoge también otra dimensión esencial: el amor (ágape, caritas), que consiste en dar la propia vida, darse a sí mismo libremente por el bien de otras personas (aspecto inédito en la reflexión acerca del amor hasta el momento).

- La creación del mundo. Hasta ahora se pensaba que el mundo era “eterno” (ingenerado e imperecedero), como el propio Dios. Y Dios no era autor de la realidad material, de la que se tenía un concepto casi siempre negativo. Se afirma que el mundo ha sido íntegramente creado por Dios, y que lo creado “era bueno”. Dios no hace surgir las cosas de un principio material, sino de su propio ser y poder, pero estableciéndose una distancia radical entre el Creador (que es subsistente)  y las criaturas, que no se bastan a sí mismas y necesitan ser sostenidas en el ser por el Creador. La noción de eternidad, entendida ahora además como “plenitud en el ser”, sólo le corresponde propiamente a Dios. La temporalidad, por su parte, es la condición propia de los seres creados.

- Una nueva manera de entender la libertad y la responsabilidad: dominio responsable del propio actuar, merecedor de un destino propio, y orientado por el orden moral hacia la perfección del bien. La ‘verdadera libertad’ consiste en querer libremente el bien.

- La historia, curso de los acontecimientos humanos, como objeto de reflexión: su esencia, su sentido, fruto a la vez de la libertad y de la providencia divina, cuyo protagonista es la humanidad misma como tal, que aparece ahora ya como un sujeto único, más allá de todas las diferencias de razas, culturas, tiempos y lugares.

- La dignidad del hombre en su integridad (alma y cuerpo), concebido de forma unitaria y abierto a una inmortalidad definitiva. Se afirma la plena dignidad del cuerpo humano, como dimensión de la persona.

* * * *

La filosofía cristiana, en esta primera y larga trayectoria, pasa por dos grandes periodos o etapas:

1º.- La PATRÍSTICA: Siglos II-VI.

Los ‘Padres de la Iglesia’ forjan la síntesis entre la racionalidad griega (especialmente el platonismo) y la revelación cristiana. Se distingue entre Padres orientales y Padres occidentales o latinos. Destaca entre ellos San Agustín (354-430).

2º.- La ESCOLÁSTICA: Siglos IX al XIV.

En su seno tiene lugar la creación de la Universidad (s. XIII). Es el momento en el que también se incorpora el pensamiento de Aristóteles a la filosofía cristiana. Destaca entre otros Santo Tomás de Aquino (1225-1275). Entra en crisis en el siglo XIV con Guillermo de Ockham y el nominalismo, pero recuperará esplendor en la España del Siglo de Oro (S. XVI) con las escuelas de Salamanca y de Alcalá.)

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LA PATRÍSTICA


Se llama Santos Padres a una serie de autores de los primeros siglos a quienes se les reconocen varias características: antigüedad, santidad de vida, ortodoxia doctrinal y aprobación de la Iglesia.

Se distingue entre Padres de la Iglesia latina: San Ambrosio (339-397), San Jerónimo (347-419), San Agustín (354-430), San Gregorio Magno (590-604), entre los principales; y Padres de la iglesia griega: San Basilio (330-379), San Gregorio Nacianceno (330-390), San Gregorio de Nisa (333-395), San Juan Crisóstomo (354-407) y San Atanasio (295-373), entre los más notables.

No es ocioso mencionar también a determinados autores eclesiásticos que han tenido parte importante en el camino de aproximación y encuentro entre la fe cristiana y la filosofía griega: San Justino mártir, San Clemente de Alejandría, Orígenes... Y por el mismo motivo, corrientes heréticas que hicieron más abrupto este trayecto: gnosticismo, arrianismo, etc.

Todo ello estuvo jalonado por la celebración de algunos de los primeros concilios, normalmente muy clarificadora en cuanto a la verdad y alcance de las doctrinas: Nicea, Éfeso, Calcedonia...

La influencia del platonismo y del estoicismo se deja ver a menudo, si bien tales doctrinas suelen estar depuradas y hasta modificadas en beneficio de una concepción que cuenta con pretensiones y claves que van mucho más lejos del genio filosófico heleno.

Es de la mayor importancia en este marco histórico y filosófico la aparición de la Escuela cristiana de Alejandría, el Didaskaleion, en la segunda mitad del siglo II. Su finalidad inicial era la formación catequética, pero también se pensó como una forma de ilustrar a los cristianos y de atraer a los gentiles. Las principales enseñanzas eran las llamadas “artes liberales” -que más tarde se clasificarían como trivium y quadrivium-, la filosofía y la lectura y comentario de las Sagradas Escrituras.

El primer gran maestro y segundo director de esta escuela fue San Clemente de Alejandría (h. 145-215). Destaca por su actitud abierta hacia la filosofía y por su esfuerzo por dar forma “científica” a las enseñanzas basadas en la fe cristiana. Se inclina por el platonismo y el estoicismo, pero no excluye aquellas otras doctrinas filosóficas en lo que tengan de verdad.

Sostiene que fe y filosofía no se oponen, sino que se complementan, y la razón puede ayudar muy positivamente al asentimiento, la comprensión y exposición de la fe. Llega a afirmar, siguiendo a San Justino, que la filosofía griega contenía “semillas del Logos” y habría preparado a la humanidad -como había hecho también con los hebreos por medio de los profetas- para la venida de Cristo.

Discípulo y sucesor de Clemente será Orígenes (185-253), que mostrará también una actitud de apertura hacia la filosofía, a la que considera un gran auxiliar para la comprensión y explicación de las Sagradas Escrituras. Destacará la trascendencia de Dios Padre creador, afirmará una preexistencia de las almas pero no su transmigración, y defenderá al final de los tiempos una “apocatástasis” o restauración definitiva de todas las cosas y las almas en Cristo. Aunque algunas de su tesis se alejan de la doctrina cristiana definida, su intención en todo momento fue permanecer dentro de la ortodoxia. Su influencia en los Santos Padres y en los autores escolásticos será muy grande