Baruch Spinoza (1632-1677)
BARUCH SPINOZA (1632-1677)
Baruch Spinoza (Amsterdam,1632 - La Haya,1677) fue un filósofo holandés, hijo de judíos españoles emigrados a los Países Bajos y expulsado de la Sinagoga por su heterodoxia. Influido muy notablemente por Descartes y Hobbes. Mientras vivía en diversas ciudades, se ganaba la vida como limpiador de lentes para instrumentos ópticos.
Escribió un Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, y parece que también la obra De la reforma del entendimiento y un polémico Tratado teológico-político en defensa de las tesis del liberalismo naciente, aunque se publicarían más tarde. En 1675 terminó su obra más importante, la Ética demostrada según el orden geométrico, iniciada catorce años antes y que no se publicaría hasta su muerte, en 1677. También por esta época emprendió la redacción del Tratado político, que quedó inconcluso.
«Deus, sive Substantia, sive Natura»
Partiendo de la innegable influencia de Descartes, creó un sistema original. La filosofía de Baruch Spinoza parte de la identificación de Dios con la naturaleza (Deus sive natura), y representa el mayor exponente moderno del panteísmo. Llevó al extremo los principios del racionalismo -suya es la frase: "Ordo et conexio idearum idem est ac ordo et conexio rerum"-, y dedujo toda su filosofía de la definición de sustancia como «aquello que es en sí mismo y se concibe por sí mismo, es decir, aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir», por lo que sólo podría existir una sustancia, la divina. En ella se subsume todo lo demás.
Descartes había considerado la existencia de tres sustancias: el pensamiento, la extensión y Dios. Spinoza reduce estas tres sustancias a una sola: la sustancia divina infinita, que según la perspectiva que se adopte, se identifica bien con Dios o bien con la naturaleza (aunque en el fondo ambos resultan equivalentes, según su célebre expresión Deus sive substantia sive Natura). "Los escolásticos, escribirá Spinoza, empezaron por las cosas, Descartes empezó por el sujeto. Yo empiezo por Dios."
Para Spinoza, la «substancia» es la realidad, que es causa de sí misma ("Causa sui") (Nota 1) y a la vez de todas las cosas (causa no creadora propiamente, pues las cosas se "deducen" como "emanaciones" necesarias, sin llegar a ser algo voluntario, ajeno o distinto de ella). Dios sería autosuficiente, incluye la existencia en su esencia: el Ser sumamente perfecto e infinito no puede no-existir (esta es una versión del llamado "argumento ontológico").
La Sustancia única existe por sí misma (la naturaleza es equivalente a Dios, Dios y el mundo son idénticos). La mente humana conoce sólo dos «atributos» o formas de aparecer de Dios, el pensamiento y la extensión, aunque sus atributos deben ser infinitos. Los individuos son a su vez «modos», determinaciones o manifestaciones concretas, de los atributos. Todos los objetos físicos son los «modos» de Dios contenidos en el atributo «extensión». Del mismo modo, todas las ideas y las almas individuales son los «modos» de Dios contenidas en el atributo «pensamiento». Pensamiento y extensión son sólo formas de presentarse la sustancia divina.
Las cosas o modos son naturaleza naturada ("natura naturata"), mientras que la única substancia o Dios es naturaleza naturante ("natura naturans"). No hay una distinción real entre Dios y las cosas; se trata más bien de una "distinción de razón". Las cosas o «modos» son contingentes y finitas, mientras que Dios es de naturaleza infinita y su existencia es necesaria y eterna. Cuando consideramos algún hecho natural como absurdo, inexplicable o malo es porque ignoramos las leyes de la naturaleza universal.
La metafísica de Spinoza presenta tres características:
- monismo (una sola sustancia)
- determinismo (no hay lugar para la casualidad) y
- panteísmo inmanentista (todo forma parte de la única realidad divina).
Este planteamiento borra de un plumazo los problemas que presenta la filosofía de Descartes para explicar la posibilidad del conocimiento: dado que el pensamiento y la extensión son dos de los infinitos atributos de Dios, distintos e independientes el uno del otro (paralelismo de los atributos), ¿cómo se puede conocer el mundo? Descartes había resuelto este problema de una manera aparentemente gratuita, amén de insatisfactoria, señalando la comunicación de estas sustancias en la glándula pineal.
Con Spinoza no existe este problema: se puede conocer el mundo porque el entendimiento (humano), en tanto que es parte del entendimiento de Dios, es una modificación o «modo» de la misma sustancia divina; Dios, que «piensa» su objeto extenso o cuerpo, de modo que el entendimiento puro puede «aprehender» la realidad, porque el alma, o sea la idea del cuerpo, «replica» lo que afecta a este cuerpo. Desaparece así también el conflicto entre libertad y necesidad, que se identifican desde el punto de vista de Dios, pues es libre como natura naturans (en cuanto causa) y determinado en cuanto natura naturata (en cuanto efecto).
Así pues, Spinoza se declara monista, esto es, no acepta la existencia de un dualismo cuerpo-alma. El hombre es un sola "cosa", no dos. La mente está unida al cuerpo, pero el cuerpo es el hombre considerado como un modo del atributo divino "extensión", y a su vez, el alma, la mente humana, es el hombre considerado como un modo del atributo divino "pensamiento". Es más, el hombre en cuanto sujeto no es nada, en rigor, sino un episodio de la realidad o sustancia divina. En su interior no es más que una pluralidad de ideas, lo mismo que el cuerpo es una pluralidad de cuerpos (órganos…). El sujeto se disuelve en la totalidad de la sustancia única. La conciencia de la libertad y la singularidad que tiene el hombre, según la cual piensa que él es el origen de sus propios actos, es una ilusión, fruto del desconocimiento de sus infinitas ataduras a lo real.
Pero, como puede verse, se abre un tremendo problema para explicar la libertad humana. Desde el punto de vista del hombre, ya se ha dicho, la libertad individual es una ilusión. La anterior distinción de Descartes en tres sustancias permitió a este sustraer del determinismo mecanicista al entendimiento, con lo cual el ser humano mantendría su libertad.
El mecanicismo sostiene que todo el universo está determinado por leyes, con lo cual cualquier ente que esté dentro de él también estará sujeto a dichas leyes, incluido el ser humano. Descartes y Spinoza son mecanicistas, pero el primero salva el problema a través de su distinción de las tres sustancias: el mecanicismo (el determinismo o ausencia de libertad) solo afecta a la sustancia extensa o mundo, pero no a la sustancia pensante o entendimiento.
Pero, al postular Spinoza una sola sustancia, ¿cómo es posible que exista la libertad humana, si todo está sometido a una inexorable regulación permanente? Spinoza acaba afirmando un determinismo riguroso, aunque deja el resquicio de una definición poco alentadora y paradójica de libertad: la libertad humana aparece cuando el ser humano conoce y acepta que todo está determinado; la libertad no depende de la voluntad sino del entendimiento; el hombre se libera por medio del conocimiento intelectual.
En su Ética demostrada según el orden geométrico, Spinoza habla de Dios, del ser humano y del puesto que el hombre ocupa dentro de la naturaleza; así, dice que la forma correcta de entender a los hombres es que son una parte más de la naturaleza y que las acciones humanas no se deben analizar según criterios morales, sino como partes necesarias de leyes que rigen el cosmos; esto es, no se puede afirmar que el hombre es realmente libre.
Spinoza distinguía tres géneros de conocimiento humano: en el primero, el de la imaginación, pasivo, el hombre es esclavo de las pasiones (alegría y tristeza principalmente) y sólo percibe los efectos o signos e ignora las causas, posee ideas confusas e inadecuadas, de las que proviene el error.
En el segundo, la razón elabora ideas universales o nociones comunes que permiten a la conciencia acercarse al conocimiento de las causas -aparece la ciencia-, y aprende a controlar las pasiones, pues se poseen ideas adecuadas acerca de lo bueno y de lo malo para el hombre.
En el tercer género, el hombre accede a una intuición totalmente desinteresada, pues conoce desde el punto de vista de Dios (sub specie aeternitatis); se sitúan las ideas en el orden necesario del universo, ajeno al hombre mismo como individuo y por tanto sin que nos perturben las pasiones individuales. En esta contemplación se identifican lo singular y lo eterno, y se percibe la presencia de todo en todo, intuición en la que se cifran la única felicidad y libertad posibles. Sólo el "amor intelectual de Dios" permite llegar a este género de conocimiento, es una especie de serena alegría que aparece al darse cuenta de la participación que el hombre tiene en la sustancia divina. El "amor intelectual a Dios” no es más que su conocimiento, amamos a Dios al conocerlo como Sustancia infinita. En la Ética Spinoza define la intuición como parte del amor infinito que Dios se tiene así mismo. Estamos ante una especie de frío misticismo panteísta, que es también un "amor intelectual" a la naturaleza, un conocimiento "sub specie unitatis" en el que se excluye toda pasión y todo movimiento voluntario.
La guía del hombre han de ser la razón y la intuición, gracias a las que se comprende que las pasiones son necesarias, naturales e inevitables, y podrá entonces el hombre dominarlas y dejar de ser su esclavo. Para ser libre hay que conocer el orden necesario del universo, la misma sustancia divina.
La ética de Spinoza guarda una relación evidente con el estoicismo, que también defendía el determinismo universal y la aceptación (resignación) ante el curso racional de las cosas. Paradójicamente, en un mundo geométricamente determinado, saber que no es libre es para el hombre el único modo de libertad.
Pensamiento político: Totalitarismo democrático.
En el aspecto político sigue en parte a Thomas Hobbes: Hay un estado inicial de naturaleza al que sigue sin solución de continuidad un estado civil, en el que las pasiones humanas son arbitradas por el uso de la razón.
Todos los seres -también el hombre- se guían por el principio de autoconservación (llamado por Spinoza "conatus", un afán de seguir existiendo siempre), que constituye la esencia misma del ser humano, de la cual nacen las pasiones y sobre el cual se edificará el Estado como limitación consensual de los derechos individuales. Sin embargo, lo que el individuo busca en el Estado es precisamente la conservación propia frente los excesos y los abusos, por lo que puede revolverse contra él en caso de que no cumpla esta función («Dios crea individuos, no naciones»). El derecho natural de todo individuo llega hasta donde llegue su poder.
Siguiendo a Hobbes dirá que hay un estado primero de naturaleza, en el cual el hombre se siente impulsado por sus pasiones y tiende a satisfacerlas. Para evitar la amenaza de los demás, se lleva a cabo un pacto que da lugar a un estado civil, al uso de la razón y a la aparición del Estado, que arbitrará las pasiones de unos y otros para conseguir su eficacia real. El pacto es una especie de artificio útil para evitar la destrucción mutua, ya que en estado natural todos los individuos son virtualmente enemigos. "Lo que hace válido un pacto es su utilidad, sin la cual está vacío de valor y de contenido." Si todos los individuos entregan su poder individual al poder soberano del Estado, es para conseguir en cierto modo un bien mayor.
El Estado, lo mismo que el individuo, tendrá más derecho cuanto mayor sea su poder. Pero deberá moderarse de acuerdo con la razón para no labrar su propia destrucción ante las resistencias que los abusos del poder estatal pudieran producir en los individuos. Es necesario un equilibrio, así pues. Si el Estado quiere perpetuarse deberá ser útil a sus gobernados, garantizar la paz, la seguridad y el bien común de los ciudadanos. Este pragmatismo le acerca a las posturas de Maquiavelo.
En el tema político, el filósofo reivindica la democracia más amplia posible. Lo cual, sin embargo,… no es mucho. Según su visión, el fin del Estado es hacer a todos los hombres libres, pero la libertad sólo consiste en el conocimiento de la necesidad. Por lo demás, criterios de utilidad y pragmatismo justifican el poder absoluto del Estado para asegurar el orden general, aunque sin eliminar la libertad de pensamiento en los individuos, con la sola condición de que éstos no la traduzcan en acciones.
Nos hallaríamos ante una especie de "totalitarismo democrático" del Estado. Éste tiene un derecho absoluto sobre todas las cosas. La suprema autoridad tiene el derecho soberano de mandar lo que considere conveniente. Todo ciudadano, en cuanto súbdito, estará obligado a obedecer a la autoridad suprema del Estado, porque en eso consiste su bien. Quien obedece al Estado "se obedece" a sí mismo. La democracia es una forma de gobierno en la que la sociedad ejerce su poder como un todo. Los individuos transfieren su poder a una unidad de la que cada uno es parte; en esto consiste la igualdad. En esto Spinoza es un precedente, entre otros, de Rousseau y de Hegel.
NOTAS
1.- En rigor, esta expresión sería contradictoria, pues significaría que un ser se da a sí mismo lo que no tenía. De hecho, la Escolástica considera esto como carente de sentido. En cuanto a Dios, los escolásticos lo conciben como "el Ser sin causa": es causa de todas las cosas pero no es causado por ninguna otra (ni por si mismo, lo cual es contradictorio como ya se ha dicho), ya que se basta a sí mismo.