Introducción a la filosofía moderna

ALGUNAS IDEAS ESENCIALES Y UN PREDECESOR: GULLERMO DE OCKHAM

La llamada "filosofía moderna" abarca un periodo de tiempo que discurre desde el siglo XV hasta principios del XVIII, aunque nunca se insistirá lo suficiente en que toda delimitación temporal es siempre una simplificación. De hecho, el paso de la filosofía medieval a la moderna no es radical, sino sucesivo y no del todo homogéneo.

En efecto, numerosas ideas basadas en las reflexiones de la Escolástica influyen en los planteamientos de los racionalistas o en el empirismo de un Locke, por ejemplo, a la vez que permanecen renovadas en los siglos XVI y XVII, como en el notable caso de la Escuela de Salamanca. Por otra parte, se puede también señalar con claridad que el punto de partida de la filosofía moderna se halla, más aún que en Descartes o en el Renacimiento, en la filosofía de Guillermo de Ockham y de los nominalistas del siglo XIV.

Hay sin embargo novedades y diferencias evidentes en el panorama del pensamiento moderno. Algunas más bien son extrínsecas, como el creciente empleo de las lenguas vernáculas frente al uso del latín entre los medievales (impulsado de manera extraordinaria por la irrupción de la imprenta, que permitirá una difusión, hasta ese momento impensable, de las obras filosóficas que se escriben a partir del siglo XVI).

Existen también novedades más esenciales, como la emancipación creciente y cada vez más acusada de la filosofía y de la ciencia con respecto a la teología y a la doctrina cristiana en general. Hazard, Berdiaeff y Valverde, entre otros muchos, insistirán en la profunda secularización de la cultura y del pensamiento que se va produciendo a lo largo de este periodo. También habría que incluir entre las novedades el carácter sistemático con el que se desea articular la filosofía, en el sentido de intentar presentar el saber de manera deductiva a partir de unos principios comunes ciertos y sin dejar "resquicios" o "zonas de oscuridad" al margen de esta derivación.

Otro de los aspectos nucleares que diferencian el pensamiento moderno es la preeminencia del pensar sobre la realidad, del sujeto que conoce y quiere con respecto a los objetos reales. Desde Ockham se aprecia una priorización del tema del conocimiento a la hora de estructurar y fundamentar el pensamiento acerca de la realidad, pues se piensa que sólo se puede aceptar como verdadero y real lo que se ofrece como seguro y cierto al sujeto que conoce. Y de este modo, según sea la teoría del conocimiento de un autor o de una escuela, así será la imagen o concepción del mundo resultante. La verdad va dejando de ser la adecuación de nuestros juicios a la realidad para venir a entenderse como una coherencia del pensamiento consigo mismo y como un ajuste o acomodamiento de las cosas que conocemos a las condiciones y estructuras del sujeto que conoce.

Finalmente, será también característico de la Modernidad concebir el saber como una herramienta que hará posible el dominio del mundo y de la naturaleza, también el control y la gestión de los asuntos humanos. Las cuestiones últimas de la metafísica, en las que se valora el saber por sí mismo (teoría), serán vistas con sospecha de incertidumbre frente a las comprobaciones y conocimientos (práctica) que sirven para los asuntos útiles de la vida. El hombre moderno -y desde luego los filósofos de la época- está convencido de que el saber es poder (la expresión es de F. Bacon) y tiene como finalidad suprema convertir al hombre en señor y dominador de la naturaleza, como decía Descartes.

UN CAMBIO DE ENFOQUE: LA PRIMACÍA DEL SUJETO.
GUILLERMO DE OCKHAM.


El siglo XIV: La crisis de la Escolástica.

Una mirada atenta al curso de la historia de la filosofía Nos descubre que los cambios de época no ocurren de repente, sino que se van desarrollando a partir de ideas y enfoques gestados en las épocas anteriores.

La Edad Moderna, para los historiadores, empieza en el siglo XV, pero no se ponen de acuerdo en un acontecimiento concreto que sirva para datar su arranque: Guttemberg y la imprenta (1452), La caída de Constantinopla (1453), el descubrimiento de América (1492)... Tampoco tiene mucho sentido limitarse a un hecho, por importante que sea.

En la historia del pensamiento y de la cultura hay autores y corrientes que van aportando cambios, nuevos puntos de vista, aportaciones diversas... que van calando poco a poco en otros, hasta hacerse predominantes. Esto es lo que ocurre en el siglo XIV con la aparición del Nominalismo de Guillermo de Ockham (1298-1350).

En este autor podemos reconocer los elementos que darán lugar a un cambio decisivo: la separación entre la razón y la fe, la crítica a la metafísica y a la noción de esencia, la antítesis entre la omnipotencia de Dios y la libertad del hombre, la desconfianza en el alcance de la razón, el predominio de la voluntad sobre la inteligencia, el protagonismo del sujeto en el conocimiento de las cosas...

GUILLERMO DE OCKHAM (h. 1298-1350)


Introducción a la filosofía moderna

Resumen

  • Franciscano, procedente de Oxford. Paradigma de la crisis de la Escolástica e iniciador de la “vía moderna” en la filosofía (tomando como punto de partida al sujeto y no a la realidad)
  • Su lema (“navaja de Ockham”): Non sunt multiplicanda entia sine necessitate (no hay que multiplicar los entes sin necesidad), con el que viene a negar que existan “esencias” o “naturalezas”: sólo hay individuos.
  • En lugar de la abstracción, se decanta por la intuición (conocimiento directo, en un ‘cara a cara’ con la cosa) como forma segura de conocimiento.
  • Como consecuencia, en la realidad no hay más que hechos individuales, no naturalezas, esencias, leyes naturales... “Contingentismo radical” del mundo.
  • ¿Por qué, entonces, las cosas son como son, si no hay naturalezas? Sólo porque Dios lo quiere así (“voluntarismo divino” absoluto). Si Él quisiera, las cosas serían (y pueden ser) de otro modo. Y esto es así tanto en el plano metafísico y científico como en el moral (un asesinato o una blasfemia, por ejemplo, serían buenos si Dios lo estableciera así). Pero como la Voluntad de Dios es “santa”, añade, no es de esperar que altere el orden actual de las cosas y de los valores.
  • Razón y fe: Total separación entre ambas formas de conocimiento. Son campos distintos. A Dios sólo se le puede conocer por la fe (la razón no puede saber nada acerca de Él, porque Dios no es “intuible”). Lo mismo pasa con el orden moral. La razón sólo puede captar “hechos de experiencia”, y regularidades en los hechos, cuando se dan, las cuales se pueden expresar matemáticamente. La desconfianza y el desprecio hacia la metafísica es total (aquí es asumido el sentido peyorativo del término “abstracto”, que significaría el ámbito estudiado por la metafísica).

Algunas consecuencias para el futuro:

  1. Las cosas y su valor sólo son “hechos” de la experiencia de un sujeto, que es el que ha decidido lo que se puede aceptar como válido y lo que no (“No hay que multiplicar los entes...”) Sólo se acepta la intuición, no la abstracción.
  2. Contraposición neta entre el orden natural (consistencia de las cosas, valor de la razón) y el sobrenatural (acción de Dios, valor de la fe). Sólo cuenta Dios, el hombre no tiene relevancia. Dios y el hombre aparecen como “antagonistas”. (Lutero, ockhamista, está claramente influido por esta visión).
  3. Voluntarismo como concepción radical de la realidad. Las cosas son así, y las acciones tienen tal valor, sólo, porque Dios lo quiere así. Así lo asegura la fe; y la razón no tiene nada importante que decir.

Pero si se acepta a Dios y sus disposiciones sólo por la fe, y el mundo y el orden moral presentan consistencia sólo ante la fe, ¿qué visión del mundo se produciría si no se tuviera fe...? El contingentismo será el marco en el que se sitúa el agnosticismo / ateísmo de los siglos XIX, XX y XXI, especialmente el existencialismo nihilista y el pensamiento postmoderno actual.