¿CRISIS DE EDUCADORES?

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (113)

21.09.2024 | por Andrés Jimenez Abad

¿CRISIS DE EDUCADORES?

Aunque algunos se empeñan en confiar la mejora del sistema educativo a los cambios legislativos, a metodologías interesantes pero magnificadas, a la incorporación masiva de nuevas tecnologías en las aulas y a una creciente burocracia que acaba siendo asfixiante para los docentes, lo cierto y comprobado es que el factor esencial de toda mejora en educación depende de la buena selección y formación del profesorado. Y -no menos importante- de que haya una activa y coherente colaboración entre los centros escolares y las familias.

Es un hecho contrastado por varios informes internacionales –a partir especialmente de los informes Mckinsey de 2007 y 2010, y del Estudio TALIS (Teaching and Learning International Survey) de 2013- que los sistemas educativos mejoran si mejoran los profesores. También si mejora la dirección de los centros.

Con una mala ley -de esto sabemos bastante en España-, si se tienen buenos profesores, pueden llegar a hacerse cosas estupendas; mientras que con una ley buena, si no se tienen buenos profesores, ello resultará imposible. El informe Mckinsey afirmaba que la calidad de un sistema educativo nunca es superior a la calidad de su profesorado.

No es cuestión ya de recursos económicos ni de introducir masivamente las nuevas tecnologías. Más aún, estas, convertidas en prevalecientes, están en tela de juicio por producir efectos negativos para el desarrollo cognitivo, para la maduración moral y para una adecuada socialización. Precisamente en esto la tarea de los educadores sigue siendo insustituible.

El problema de fondo -no nos cansaremos de insistir en ello- es si sabemos o no a dónde queremos ir al educar. Ello supone una concepción adecuada de la naturaleza humana y del desarrollo personal hacia la madurez -lo que hemos llamado una educación “personalizadora”-. Y esto es esencial tanto en la vocación de educador como en la formación y selección del profesorado.

Por eso no es descabellado afirmar que seguramente lo que padecemos hoy no es una crisis de educación, sino de educadores.

Desde hace más de una década se venían alzando voces de advertencia acerca de que en los años 20 de este siglo se jubilarían en España unos 300.000 profesores, aquellos que se incorporaron a la docencia en los 80 del siglo pasado. Era preciso -se avisaba ya entonces- pensar con calma y rigor en el proceso de reposición de tales plazas, porque una improvisación en este punto podría convertirse en un acceso precipitado de personas cuya cualificación no estuviera asegurada suficientemente o que concurrieran al mundo educativo simplemente buscando un puesto de trabajo como podría serlo cualquier otro. Y hoy es lo que está pasando en muchos casos, en gran medida por una política educativa de cortos vuelos que solo atiende a la inmediatez y al electoralismo.

Pero hay que insistir en que no es este un problema solo de “recursos humanos” -de orquestar a tiempo una oferta pública de empleo docente, por ejemplo- sino de atender al aspecto más importante de cuantos configuran el sistema educativo: la calidad del profesorado. (Sí, en general saben inglés, y se manejan bien con las TIC, pero no se trata de eso… Hablamos de aquello que decía Santiago Arellano: “vir bonus docendi peritus”, una persona honesta que sabe enseñar.)

(Publicado en el semanario La Verdad el 20 de septiembre de 2024)