VALORES
Son especificaciones del bien moral, aspectos de éste que, en cuanto deseables, presentan el carácter de ideales, y que se ponen de manifiesto en el comportamiento humano en forma de disposiciones adquiridas o virtudes -los llamaods "valores humanos"-, vertebrando así la personalidad moral y la cualificación ética de la persona humana.
Desde el punto de vista sociológico se denomina valores a los usos, cualidades, formas de vida y de actuación vigentes de hecho en un ámbito social, idependiente de su consideración ética.
Se han estblecido diversas tablas y jerarquías de valores. Es muy conocida, por ejemplo la "pirámide de Maslow". Aventurando una cierta síntesis podría establecerse una escala de este tipo, siguiendo un orden de inferior a superior:
VALORES VITALES: agrado, placer, salud, seguridad material, supervivencia, actividad, comodidad... Satisfacen las necesidades de supervivencia.
VALORES DE AUTOFIRMACIÓN O DEL YO: autoestima, autonomía, independencia, libertad (libre albedrío), éxito, alegría... Satisfacen las necesidades de afecto y atención.
VALORES ESPIRITUALES O ÉTICO RELIGIOSOS: autodonación, veracidad, capacidad de perdón, humildad, magnanimidad, misericordia, felicidad, esperanza, paz... Satisfacen las necesidades trascendentes.
El pensador y profesor Abilio de Gregorio hacía una diferenciación muy neta entre los llamados "VALORES DE SITUACIÓN O INMANENTES", en los que predomina el tener, el bienestar y el yo; y los "VALORES DE SENTIDO O TRASCENDENTES", que remiten más allá de sí mismo y que se ubican en el plano más noble y más estrictamente personal de la vida humana; en ellos que prevalece el don de sí mismo, el amor benevolente, el "bien-ser"...
Una de las claves de maduración de la persona es la configuración de una escala de valores correcta, de una serie de prioridades o principios que sirven de referencia a nuestra visión del mundo —cosas, personas, acontecimientos, actuaciones...— y que orientan nuestro propio comportamiento. Y «correcta» quiere decir aquí respetuosa con el orden y valor de la realidad y con la dignidad de las personas.
El ser humano es un ser unitario, pero en él se distinguen varias dimensiones. La unidad de lo diverso es la armonía, el orden; y, así, la jerarquía o escala de los valores tiene como referente la jerarquía de la naturaleza constitutiva del hombre, la cual puede apreciarse en las diversas necesidades y potencialidades humanas. Los valores son bienes que satisfacen esas necesidades y potencialidades.
Siguiendo a Abilio de Gregorio, pueden ordenarse esquemáticamente en tres categorías básicas, anteriormente ya apuntadas:
1) VALORES VITALES. Las necesidades biológicas primarias, correspondientes al «fondo vital» del ser humano (Philipp Lersch), son satisfechas mediante la posesión y asimilación de determinados bienes, que podemos llamar valores vitales.
De no ser satisfechas tales necesidades, el ser humano se ve sumido en la indigencia; pero, si lo son, surge un estado de satisfacción, que llamamos deleite, goce o placer, caracterizado por su inmediatez, intensidad y corta duración.
Este tipo de valores —y las necesidades que vienen a satisfacer— prevalecen durante los primeros años, cuando el grado de dependencia es mayor y la existencia más precaria, aunque se dan, obviamente, a lo largo de toda la vida.
2) VALORES SOCIOAFECTIVOS. Otro tipo de necesidades o tendencias, menos inmediatas, son las que corresponden a la vida afectiva. Los bienes que satisfacen estas necesidades —de ser querido, atendido, aceptado, apreciado, acompañado...— son los llamados valores socioafectivos.
La privación o insatisfacción en este tipo de necesidades da lugar al sentimiento de soledad e inseguridad, al desamparo afectivo; y su satisfacción da lugar a la autoestima, el gozo y la alegría, de menos intensidad que el mero placer o deleite, pero de mayor duración y hondura.
Aunque también están presentes durante toda nuestra vida, estos valores socioafectivos adquieren especial protagonismo en la adolescencia, momento en que se descubre la propia intimidad y se aprende a conjugar las relaciones interpersonales con la afirmación de la propia autonomía.
Los valores vitales y los socioafectivos pueden considerarse como valores de situación o inmanentes, y en ellos prevalece un dinamismo de posesión.
3) VALORES DE SENTIDO O TRASCENDENTES. Existen, finalmente, otro tipo de necesidades y tendencias que remiten más allá de sí mismo y que se ubican en el plano más noble y más estrictamente personal de la vida humana. Son las tendencias y necesidades transitivas o trascendentes, más netamente espirituales (en sentido general, no solo religioso). Se sitúan en un ámbito de creatividad, de entrega y efusividad. A ellas les corresponden los llamados valores de sentido o trascendentes.
La ausencia o privación de estos valores manifiesta un estado de vacío existencial, de sinsentido, de intrascendencia personal y desesperanza. A su vez, la adquisición y posesión habitual de dichos valores lleva a un tipo de satisfacción que denominamos plenitud, paz y felicidad, caracterizada, más que por la intensidad del momento, por la profundidad, la serenidad y la fecundidad espiritual, y que presenta una clara vocación de permanencia. Este tipo de valores son los que caracterizan de modo más propio a una personalidad madura.
“Ni se pueden satisfacer las necesidades primarias biológicas con bienes intelectuales, estéticos, afectivos o espirituales, por muy sublimes que sean, ni se pueden satisfacer las necesidades intrapsíquicas o las trascendentes con bienes de consumo” (A. de Gregorio). El vacío existencial o el desafecto de una persona no pueden ser satisfechos nunca por una oferta de bienes económicos por muy abundantes que éstos sean.
Ahora bien, el ser humano es un ser radicalmente unitario, ello reclama un desarrollo integral e integrador hacia la plenitud del ser.
La satisfacción de las necesidades transitivas requiere una satisfacción suficiente de las inferiores; pero, una vez alcanzado el sentido, puede llegarse a renunciar en gran parte a esta última para un bien superior.
Esto caracteriza de forma muy clara al mejor amor humano, que consiste en darse a la persona amada, en ocasiones por medio del sacrificio.